Vueltas de tuerca presidenciales
Dulce María Sauri Riancho
Después
del triunfo de Andrés Manuel López Obrador surgieron algunos críticos audaces
que planteaban el peligro de la “restauración autoritaria”. “Exagerados”,
“ardidos”, “malos perdedores”, fueron algunos de los calificativos que
recibieron aquellos que aventuraron opiniones adversas a la Cuarta
Transformación (4T) que habría de iniciar el gobierno morenista. Las
dificultades superadas en el camino de la transición otorgaban una especie de
certificado de garantía de no retorno a un pasado de concentración del poder en
la figura del presidente de la república. El mismo talante de la conducta de un
candidato que se había enfrentado al sistema político daba pie a pensar que la
democracia habría de florecer con mayor intensidad en su gobierno.
Desafortunadamente para todos, la ilusión está durando tanto como la flor de la
pitahaya. Tan bella como breve, esta flor de finos y largos pétalos blancos que
se abren desde el cáliz, tiene una textura y fragancia especial de efectos
sedantes. Se abre una sola vez en las horas nocturnas, en plena oscuridad, y su
penetrante aroma atrae a numerosos insectos. Deslumbrante por la mañana, a
medida que empieza a sentir el calor del sol, su esplendorosa belleza se
deshidrata súbitamente. Eso parece suceder en estos primeros meses de gobierno
lópezobradorista. La ilusión languidece y la realidad se impone. El presidente
ha decidido implantar su concepción personal acerca del poder que otorga la
jefatura del Estado mexicano. Como si dispusiera de una gigantesca tuerca,
López Obrador está apretando a las estructuras de participación social y
política, con el objeto de eliminar a los competidores por el poder político,
llámense legisladores, órganos autónomos, organizaciones empresariales o
sociales, etcétera. Hagamos un breve repaso a los más conocidos “apretones de
tuerca” realizados desde la presidencia de la república.
Primera
“vuelta”. Las primeras en resentir el poder del apretón presidencial fueron,
como era previsible, las estructuras del gobierno federal. Bajo la razón y el
pretexto de combatir corrupción y excesos en salarios y prestaciones, se inició
el desmantelamiento de los programas reduciéndoles o cancelando su presupuesto
y despidiendo al personal encargado, mujeres y hombres dedicados al servicio
público más allá del partido gobernante. “Patitas en la calle” o salida ante la
brusca reducción salarial, su experiencia y conocimiento han sido sustituidas
por la improvisación de otras personas deseosas de conseguir una plaza
presupuestal. Aunque reducidas en sus emolumentos, trabajar para el gobierno
sigue siendo atractivo, sobre todo para aquellos que no han tenido alternativas
laborales y, por lo tanto, carecen de experiencia y capacidad para desempeñar
las funciones para las cuales han sido contratados. Eso sí, son y serán leales
e incondicionales para obedecer instrucciones sin cuestionamiento alguno.
Segunda
“vuelta”. Los votos del 1 de julio dieron también a Morena y sus aliados
mayoría absoluta en las cámaras de Dipu- tados y Senadores. Aunque tuvieron
seis millones de sufragios menos que el presidente López Obrador (30 millones
vs. 24 millones), las alianzas fueron suficientes para reforzar su número y
lograr por sí solos la reforma o expedición de cualquier ley sin contrapeso
alguno, excepto los cambios a la Constitución. Ni siquiera en el periodo
1988-1997 (año en que el PRI perdió la mayoría en la Cámara de Diputados) hubo
semejante ejercicio de control sobre la mayoría oficialista. Después de esa
fecha, las oposiciones al gobierno lograron construir un equilibrio político en
las decisiones legislativas. Todo esto desapareció bajo el grito de: “Es un honor
estar con Obrador”, combinado con el de “30 millones de votos nos respaldan”.
Tercera
“vuelta”: los incómodos órganos autónomos. Fueron creados como garantía de
imparcialidad en los procesos de toma de decisiones que involucran a los
sectores público y privado. Surgieron junto con la ampliación de los cauces de
participación social en la definición de políticas públicas. Con sus
imperfecciones y limitantes, son la mejor opción para atemperar excesos del
gobierno y generar equilibrios en sus determinaciones. Son algunas veces
incómodos, sí, pero necesarios. Como tienen rango constitucional, no ha
resultado fácil para el presidente de la república intervenir directamente en
ellos. Por lo tanto, ha resuelto desdibujarlos, banalizarlos desde adentro. El
caso más patente es el de la Comisión Reguladora de Energía, en que las ternas
presidenciales incluyeron a personas que, si bien en lo individual pudieran ser
rectas y probas como millones de mexicanos, ignoraban cuestiones fundamentales
en materia de energía. Rechazadas dos veces las ternas, López Obrador quedó en
condiciones de nombrar libremente ¡a los mismos rechazados!
Cuarta
“vuelta”: las organizaciones de la sociedad o la intermediación entre la
sociedad y el gobierno. Estas resultan particularmente molestas para los planes
presidenciales. Sospecha de todas y de todo lo que han realizado o proponen.
López Obrador quiere regresar a los tiempos en que el gobierno hacía
absolutamente todo y desde luego, concentraba la totalidad de los recursos y
los presupuestos. Bajo este clima de agresión han estado luchando las
asociaciones de las estancias infantiles, que brindan (¿brindaban?) atención a
más de 300,000 niños en el país.
Quinta
—y más delicada— “vuelta”. Se trata del poder Judicial federal, de la Suprema
Corte de Justicia. De los tres, es el que tiene mejores posibilidades de
defensa frente a las pretensiones presidenciales de concentrar en su persona
todo el poder del Estado mexicano. Sin embargo, la Corte está bajo el fuego de
las acusaciones de dispendio y corrupción. Los “remedios” propuestos por los
legisladores morenistas incluyen desaparición del Consejo de la Judicatura
Federal, nuevas leyes que garanticen rotación de jueces y magistrados. El
disparo de alto calibre a la independencia judicial es la iniciativa de
aumentar el número de ministr@s de 11 a 16. El pretexto es la creación de una
nueva sala dedicada a conocer y resolver sobre asuntos relacionados con
corrupción. Resulta irónico que después de la arremetida por la austeridad, reducción
de salarios y otros ahorros, ahora pretendan crecer en un número casi
equivalente al que tenía el Supremo Tribunal antes de la reforma de diciembre
de 1994. Contradicciones de la 4T.
El
presidente López Obrador tiene el “músculo” de la legitimidad y el apoyo
popular para seguir dando vuelta a la tuerca de la concentración del poder en
su persona. Pero tanto apretar, como sabemos, lleva al riesgo de trasroscar. Y
cuando se rompa el mecanismo de la cohesión social, como la flor de la
pitahaya, recordaremos a un gobierno que floreció en la noche de la oposición,
pero que la luz del qué hacer cotidiano lo marchitó rápidamente.— Mérida,
Yucatán.