Gobierno autosuficiente. Sociedad inútil
Dulce María Sauri Riancho
El 14
de febrero, en pleno Día del Amor y la Amistad, el presidente López Obrador
emitió su Circular Uno. Dirigida a los integrantes del gabinete legal y del
ampliado (es decir, toda la administración pública federal) les notificaba que
había tomado la decisión de “no transferir recursos del Presupuesto a ninguna
organización social, sindical, civil o del movimiento ciudadano”. El propósito
presidencial de esta radical medida —dice— es acabar “en definitiva” con “la
intermediación que ha originado discrecionalidad, opacidad y corrupción”. En
consecuencia, el Ejecutivo federal instruyó a que “todos los apoyos para el
bienestar del pueblo” se entregaran de manera directa a los beneficiarios. No
lo manifiesta la Circular 1, pero se infiere que el gobierno y sus empleados
repartirán los recursos presupuestales, o sea, el dinero, en efectivo, sin que
medie control alguno sobre su correcta aplicación. De inmediato se hicieron
sentir las repercusiones de la Circular Uno. He aquí algunas.
Estancias
Infantiles. De un plumazo, en una aparente ocurrencia “mañanera”, el presidente
de la república anunció el fin del programa de atención a más de 300,000 niñ@s
entre uno y cuatro años, para entregar directamente a sus padres el equivalente
a $800 mensuales. El domingo pasado, en esta misma sección se publicaron los
resultados de una encuesta en la que el 10% de los progenitores consultados por
el Diario anunciaron que utilizarían los recursos “en otra cosa”, en tanto que
sus hijos menores serían atendidos por familiares sin paga. Las estancias
infantiles se instalaban mediante un apoyo financiero del gobierno federal
($70,000) para realizar las adecuaciones al local donde un grupo de mujeres
cuidaban a las y los niños menores, recibiendo $950 mensuales por menor
atendido. Tres instituciones federales concurrían para el buen desempeño del
programa: Desarrollo Social (hoy del Bienestar), la SEP y el DIF. El gobierno
apoyaba y supervisaba, pero eran (o son) las responsables de la estancia
quienes proporcionaban los servicios.
Programa
de Refugio contra violencia doméstica. Desde hace ya 15 años, el Centro
Nacional de Equidad de Género y Salud Reproductiva (Cnegsr) de la Secretaría de
Salud financia estas áreas mediante la transferencia de subsidios a refugios
para mujeres víctimas de violencia, junto con sus hij@s. Ellas no pueden
siquiera salir a la calle sin correr el riesgo de sufrir agresiones por parte
de sus cónyuges o parejas. Incluso, la ubicación de los refugios se mantiene en
secreto, precisamente para mantenerlas fuera del alcance de sus perseguidores.
Estos lugares funcionan, en primer término, gracias a las personas que laboran
en ellos, a pesar de que ponen —y no exagero— su propia vida en peligro. El
gobierno apoya con presupuesto, pero ellas y ellos hacen posible la existencia
de estos sitios. Ahora, el úkase del 14 de febrero instruye para quitarles los
ya de por sí magros recursos.
Comedores
Comunitarios. Se instalaron en las zonas más pobres del país, donde la carencia
de alimentación nutritiva y de calidad es parte de la marginación. Con fondos
federales y la organización comunitaria, se procedía a preparar comidas
calientes para niñ@s, adultos y ancian@s, con ingredientes y personal de la
misma población. Ahora también desaparecen, porque cesarán las transferencias
monetarias indispensables para su funcionamiento.
¿Y
Prospera-Oportunidades? Este programa existe desde 1997. Fue diseñado para
romper el círculo intergeneracional de la pobreza mediante la creación de
mejores condiciones de salud, educación y alimentación. A la fecha, más de seis
millones de familias en todo el país (en Yucatán son alrededor de 150 mil
familias) reciben transferencias monetarias para becas escolares, apoyo
alimentario, adultos mayores (65 y más). Desde el inicio, el dinero de los apoyos
se entrega directamente a las madres de familia, sin intermediación alguna.
Ignoro qué esté planeando el nuevo gobierno para hacer sentir a las familias
beneficiarias que sólo a él, exclusivamente a él se debe la entrega del dinero.
Programa
de Coinversión Social. Junto con la Sedesol en 1992, el Instituto Nacional de
Desarrollo Social (Indesol) fue fundado para atender iniciativas de
organizaciones sociales. Numerosos proyectos de organizaciones muy variadas han
logrado, al paso de los años, contar con suficientes fondos para realizar sus
tareas de servicio, siendo éstos complementados con recursos públicos. Todavía
este año logramos en la Cámara de Diputados que se restableciera el programa en
el Presupuesto federal 2019. Pero la Circular Uno lo condena a su desaparición,
al prohibir la entrega de recursos a las organizaciones sociales.
No
acabo de comprender las razones del rechazo gubernamental a todo aquello que
huela a sociedad civil organizada. Descalificar todo lo que provenga de sus
acciones a favor de la niñez, tercera edad, albergues o mujeres violentadas. No
intento someter a psicoanálisis a la nueva administración, pero las decisiones
comentadas encienden “focos rojos” en el semáforo de las relaciones del
gobierno federal con la sociedad. Pretender que López Obrador solo podrá con la
colosal tarea es engañarse y engañar al pueblo.
Imagen: El Universal |
El
pleno ejercicio de los derechos humanos consagrados en la Constitución demanda
la concurrencia de esfuerzos entre el gobierno y las organizaciones sociales. Pero
si no fueran suficientes los argumentos constitucionales, existe también una
ley creada ex profeso para normar las relaciones entre el gobierno y las
organizaciones de la sociedad: la Ley Federal de Fomento a las Actividades
Realizadas por Organizaciones de la Sociedad Civil. No estaría de más que el
presidente López Obrador revisara su artículo 5, donde se consignan las 19
actividades de estas organizaciones reconocidas por la propia Ley, y por lo
tanto, con capacidad para “acceder a los apoyos y estímulos públicos” (art. 6,
f. V).
Hay
otro camino, más fácil: que el presidente López Obrador recapacite, que vea
aliados y no enemigos en la sociedad y sus organizaciones. La tarea es enorme.
Hable con ellos, señor Presidente, no los descalifique. Por el bien de su
administración y de tod@s.— Mérida, Yucatán.