Construyendo contrapesos. Dilema de la oposición
Dulce María Sauri Riancho
Quedar
como el cohetero: Si truenan los cuetes, le chiflan, y si no truenan, también
le chiflan —Refrán popular
El
refrán del cohetero describe perfectamente la situación actual del PRI y de sus
grupos parlamentarios. Hagamos lo que hagamos, la crítica impone una censura a
su actuación. Estas líneas no son un lamento o frustrada intención de minimizar
las voces que nos descalifican. Provienen de la necesidad de debatir el futuro
no sólo del PRI o de la oposición, sino de la democracia mexicana en su
conjunto.
El
viernes pasado, en un foro convocado por la Canacintra tuve la oportunidad de
escuchar la siempre lúcida crítica de Denise Dresser y sus observaciones sobre
la situación de las oposiciones ante el gobierno de la Cuarta Transformación;
en particular, sus comentarios respecto a la actuación del grupo parlamentario
del PRI en la Cámara de Diputados y su voto en favor de la reforma
constitucional para crear la Guardia Nacional. Denise recriminó al PRI el haber
sumado sus votos a Morena y sus aliados, lo que permitió lograr la mayoría
calificada que exige cualquier reforma constitucional. Semanas antes, el PRI y la
oposición en su conjunto lograron impedir la sustitución del fuero por la
inmunidad para el presidente de la república y los legisladores. El aluvión de
descalificaciones no se hizo esperar. En un caso, el de la Guardia Nacional, a
favor, supuestamente por habernos vendido o por intercambio de favores
inconfesables. En el otro, el del Fuero, en contra, por las malas razones de
proteger a corruptos y transgresores de la ley.
Creo
comprender lo que le sucede a la oposición, particularmente al PRI. Con su
actuación en el pasado inmediato perdimos la confianza de amplios sectores de
la sociedad. Y el resultado se reflejó en las urnas el 1 de julio pasado.
Morena ganó ampliamente la presidencia de la república y tiene mayoría en el
Poder Legislativo federal, además de 17 congresos locales. Gobierna asimismo
Ciudad de México y Veracruz, tercera entidad del país en número de habitantes.
Una presencia política de esta magnitud no se veía desde la década de 1980,
cuando el PRI dominaba plenamente congresos y gobiernos locales. Morena y las
autoridades surgidas con el voto que los favoreció, gozan asimismo de
credibilidad ante la opinión pública. Legítimos y creíbles, asemejan una
corriente imparable a la que sucumben sus adversarios políticos e ideológicos.
Ell@s pueden lograr por sí mismos la aprobación de cualquier ley o su reforma.
Así sucedió con la Ley Federal de Remuneraciones a los Servidores Públicos, que
ya acumula varias acciones de inconstitucionalidad interpuestas por sus
inconsistencias y contradicciones, además de miles de amparos contra su
aplicación.
En el
terreno legislativo, sólo las reformas constitucionales requieren de algunos
votos de los opositores que se sumen a Morena y sus aliados, tanto en la Cámara
de Diputados como en el Senado, para lograr la mayoría calificada. Y en el
territorio, las huestes morenistas recorren poblaciones en todo el país
levantando el “censo del bienestar”, por el cual detectan a las y los
destinatarios de apoyos de dinero en becas, pensiones, NiNis, etcétera, con la
seguridad de contar con suficiente presupuesto federal para repartir.
Ante
tal descripción, las y los opositores parece que estamos destinados a rumiar
nuestra derrota, mientras esperamos la extinción de las fuerzas políticas que
representamos. Si dejamos que permee una sensación de esta naturaleza, flaco
favor haremos a México y a los 24 millones de electores que sufragaron por
alguno de nosotros y a los poco menos de 46 millones de ciudadan@s que, por
diversas razones, no acudieron a votar el 1 de julio. ¡Buenas noticias para los
desalentados! La oposición política tiene un papel fundamental en los procesos
democráticos. Recordemos el aforismo político: “Todo lo que resiste, apoya”.
Justo en ese sentido tendremos que perfilar la estrategia de la oposición para
contribuir a consolidar la democracia en México.
Me
imagino sonrisas sarcásticas en los rostros de algun@s lector@s. “¿Por qué no
se resignan al ‘basurero de la historia’ donde los puso el resultado
electoral?”. Otros quizá se conduelan por plantear una “misión imposible” para
el PRI, tal como parece en estos momentos la recuperación de la confianza de la
ciudadanía. No obstante el elevado grado de dificultad, en los orígenes del
PRI, hace casi 90 años, está el reto de fortalecer las instituciones y la lucha
por la democracia en el país. Fallas, errores y vicios —numerosos y graves— no
han destruido ese ADN político que nos impulsa a luchar para seguir adelante.
Pero ¿cómo hacerlo en un ambiente de polarización, donde la opinión pública —y publicada—
nos coloca en el círculo de los condenados?
Propongo
una estrategia basada en Cuatro Erres: Reconocer, Recuperar, Renovar y dar
Resultados. Conste que no utilizo “Reconstruir”, porque implicaría tratar de
recrear lo que nos condujo a la derrota.
Darle
contenido a las Cuatro Erres importa, en primer término, al PRI, a las y los
priístas. Pero también es asunto de la ciudadanía y de las instituciones
democráticas que demandan contrapesos eficaces para el cabal ejercicio de
gobierno. La tentación de oponerse a todo es grande. Nos dicen que así ganó
Morena la presidencia de la república. En un partido histórico como el PRI eso
sería inadmisible y además, inútil. Tenemos la capacidad de distinguir y de
trazar las estrategias para apoyar todo aquello que le sirva a la sociedad y de
oponernos firmemente, con argumentos, a lo que pueda dañarla. Así, lentamente,
pero a pie firme, alcanzaremos la Quinta Erre, Resurgir… de las cenizas de
2018.— Mérida, Yucatán.