Carlos Slim al rescate: Los cangrejos y el ingeniero
Dulce María Sauri Riancho
La
semana anterior tuve ocasión de recorrer los espacios y las obras de lo que se
conoce como Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM), ubicado en
Texcoco. Me había impuesto el objetivo de conocerlo “en vivo”, con las obras en
marcha, con las máquinas y los trabajadores activos. Debo confesar a mis
lector@s que terminé el recorrido por las obras —que continúan miles de
trabajadores y técnicos a ritmo febril— profundamente triste, sacudida en mis
entrañas por la figura de un cubo de cangrejos en una disputa que les impide
organizarse para escapar del caldero que les espera.
Entre
los principales motivos de mi desazón están las y los jóvenes técnicos que me
guiaron en la visita. Decenas de hombres y mujeres que pusieron sus
conocimientos profesionales a trabajar por el futuro de México en una obra
visionaria y de largo aliento. El NAIM recoge las mejores técnicas y los más
complejos avances científicos, sea para resolver cuestiones de cimentación o
drenaje de aguas y lodos, para facilitar el transporte de millones de maletas
mediante bandas subterráneas o para abaratar los costos del aire acondicionado
que demandarían las salas de la gran terminal.
Las
obras que se iniciaron en 2014, después de muchos años de estudios y
discusiones, habrán de suspenderse de manera total y definitiva en unas semanas
más, conforme concluyan los objetivos contratados y pagados. Se irán decenas de
miles de pesos invertidos, el trabajo de muchos miles de mexicanos en más de
mil días acumulados los que entrarán en fase de perderse en un plazo de seis
meses, si no se reactiva su construcción.
No vale
la pena detenernos en las razones que se adujeron para oponerse a las obras y
para decidirse a la cancelación de las mismas. Tras el anuncio del presidente
electo de la cancelación de los trabajos conforme concluyan los contratos
vigentes, poco o nada se ha hablado en concreto sobre la real o supuesta
corrupción que acompañó a los cientos de contratos licitados. No se han
anunciado acciones para resarcir los reales o supuestos daños ecológicos
causados por las obras. El NAIM se apresta a ser un “aeropuerto fantasma”,
abandonadas sus altas estructuras que se yerguen en un terreno que hace un buen
número de años dejó de ser un lago. En el fondo, queda el mal sabor que dejan
los caprichos y las decisiones tomadas con las vísceras.
Para
quienes somos usuarios obligados del actual aeropuerto Benito Juárez y
conocemos y sufrimos persistentemente sus deficiencias, la decisión de cancelar
el NAIM en Texcoco constituye un error de enormes proporciones. Y en su lugar,
el nuevo gobierno presenta una alternativa a todas luces improvisada y sin los
estudios mínimos que una obra de esta naturaleza requiere. El aeropuerto de
Santa Lucía, donde opera actualmente la base de la fuerza aérea, dista 45 kilómetros
del actual aeropuerto (el NAIM se encuentra a seis kilómetros). Se ha hecho
caso omiso de sus tierras inestables por el sistema lagunar de Zumpango, de las
neblinas frecuentes que impiden su operación matutina tres días de cada 10.
Menos se ha prestado atención a los pueblos y comunidades aledañas, empezando
por las unidades habitacionales que ocupan miles de familias de militares,
jubilados o en activo. Mejor no hablar de la certificación internacional,
puesta en duda por el estudio de MITRE, máxima autoridad técnica. Dejaría al
aeropuerto de la capital mexicana a la altura del de Tegucigalpa, Honduras, o
del de Lagos, Nigeria, ambos vetados como instalaciones riesgosas para la
aeronavegación.
En el
trayecto de regreso del NAIM, me vino a la mente el nombre de Carlos Slim. No
lo he podido quitar de mi cabeza desde entonces. Para salvar el NAIM veo como
única posibilidad concreta y factible que un grupo de inversionistas encabezado
por él se decida a “comprarle” al gobierno la obra, con el 36% de avance que
registra. Que le paguen lo que se ha invertido vía el presupuesto de egresos de
la federación desde 2014, calculado en 24 mil millones de pesos. Y que como
contraprestación, este grupo obtenga la operación del NAIM por un período
determinado de años. Carlos Slim ha destacado por su capacidad financiera y por
su visión empresarial. Ve oportunidades donde otros solo contemplan riesgos
irremontables. Sus atributos personales de liderazgo y arrojo lograrían sumar a
otros inversionistas de lo que, sin lugar a dudas, sería un negocio con
rentabilidad atractiva. México y su capital tendrían un aeropuerto “hub”. El
nuevo gobierno proyectaría una imagen de apertura a nuevas opciones para
financiar grandes obras de infraestructura. Además, se ahorraría de entrada los
13 mil millones de pesos del presupuesto 2019 anunciados para Santa Lucía.
Foto: El País |
Además
de rescatar 180 mil millones de pesos invertidos hasta ahora y que están
destinados a desaparecer; además de ofrecer una solución ampliamente planeada y
bien ejecutada, la intervención de un sindicato empresarial en la construcción
y operación del NAIM aportaría a México el beneficio de la colaboración
público-privada para solucionar problemas o atender necesidades sociales.
Representaría una bocanada de aire fresco y saludable en una atmósfera hoy
enrarecida y caliente. Mandaría al mundo el mensaje de que los mexicanos
sabemos ponernos de acuerdo y trabajar unidos, que no somos como los cangrejos
impedidos de salir del cubo del subdesarrollo y la mediocridad. Ingeniero Slim:
usted tiene la palabra.— Mérida, Yucatán.