Políticos vs. Tecnócratas. Profesionalizar el servicio público


Dulce María Sauri Riancho
¿Políticos o Tecnócratas? Se ha vuelto lugar común atribuirle los males de este país al arribo de los denominados “tecnócratas” a los puestos de decisión en el gobierno, desplazando a los políticos, considerados como los auténticos intérpretes del sentir popular. Los estereotipos, que son simplificaciones extremas de la realidad, han trazado imágenes que dibujan a los técnicos como seres sin sentimientos, sólo comandados por la razón de los fríos números, en tanto que la supuesta sensibilidad de los políticos lleva a escuchar y a atender los clamores del pueblo sobre cualquier otra cosa. Hace más de 30 años, en Guadalajara, en la Asamblea de la Liga de Economistas Revolucionarios, organización gremial afiliada al PRI, dos visiones de país se enfrentaron. Una, consideraba necesario mantener la línea del Nacionalismo Revolucionario y la estrategia de “desarrollo compartido”, fincada en la intervención del Estado en la economía. En torno a esta corriente se agrupaban personajes que podemos clasificar como “políticos”. La otra opciòn representaba era la línea de pensamiento de los tecnócratas. Según sus detractores, la tecnocracia llegó con el modelo neoliberal en lo económico, que se impuso desde mediados de la década de 1980, transmitido por jóvenes egresados de universidades del extranjero.

Bajo esta línea de análisis, todos los males del país se atribuyen al gobierno de los tecnócratas, que por su formación, se apartaron de las causas populares y se concentraron en lograr los grandes equilibrios macroeconómicos y la apertura comercial, así fuera a expensas del bienestar de la mayoría. Además, esta nueva generación también cayó en las redes de la corrupción y toda clase de desviaciones, entre las cuales la mala administración de los recursos públicos es una de las más sobresalientes.

La Ley del Péndulo es válida en la política mexicana. Se van los tecnócratas, llegan los políticos. Después del 1 de julio, iniciaremos el regreso hacia los perfiles políticos para los altos cargos en la administración pública. La experiencia profesional y la preparación académica no serán los factores más importantes en la selección de los jerarcas de la administración lopezobradorista. Ejemplo sobresaliente es el futuro director de Pemex, ingeniero agrónomo con cédula profesional en trámite, alejado de cualquier experiencia en la principal industria del país, pero muy cercano al próximo presidente. Se trata de compartir el proyecto de la Cuarta Transformación con aquellas personas que han destacado como activistas de distintas causas populares, pero sobre todo, que garanticen lealtad a López Obrador.

Bajo la perspectiva de la próxima administración, los tecnócratas son los que se rehúsan a trabajar por salarios reducidos y prefieren renunciar. Es cierto que existen miles de profesionales subempleados, prestos a colocarse en los lugares vacantes y a trabajar por remuneraciones mucho más bajas. Sin embargo, el conocimiento y la formación en el servicio público también cuentan. No falta mucho, alrededor de seis semanas, para que comiencen los despidos del personal de confianza de la administración pública federal; siete de cada tres deberán irse, de acuerdo con el programa de austeridad de López Obrador.

Permítanme señalar que la administración pública, tanto federal como estatal, requiere profesionales. Son personas que colaboran con el gobierno en turno sin fijarse en las siglas partidistas. ¿No se han preguntado alguna vez cómo pueden subsistir y funcionar los gobiernos en algunos países con crisis políticas recurrentes? La respuesta pasa por su servicio civil de carrera. Es por ellas y ellos que siguen operando los programas y aplicando los presupuestos, mientras los políticos se pelean en el parlamento o en el gobierno tratando de alcanzar acuerdos. En México existe un incipiente servicio civil, creado desde 2003, pero que no ha adquirido la relevancia que requiere una administración moderna. En Yucatán no existe con las formalidades de ley. Sin embargo, son cientos de trabajadores, hombres y mujeres, que en las dependencias estatales han realizado sus funciones, algunos de ellos por más de 20 años. No son secretarios ni directores, sino funcionarios medios, depositarios de la experiencia práctica que hace funcionar el gobierno. Sería muy lamentable que en la integración de los nuevos equipos se les fuerce a renunciar o se les margine, bajo la excusa de haber trabajado con la anterior administración. Además de ser injusto con la persona, ocasiona un daño a la eficiencia y al buen desempeño de las oficinas gubernamentales. El gobernador Vila tiene todas las atribuciones para integrar su equipo, con los límites que la Ley le impone. Pero “correr”, despedir “sin ton ni son” no ayuda a la buena marcha del gobierno que apenas se inicia.

La profesionalización del gobierno es también una demanda de la sociedad. Las “curvas de aprendizaje” de una nueva administración las paga la ciudadanía. Como gobernante, Mauricio Vila requerirá de visión y valor para cambiar lo necesario, en especial aquello que no ha brindado buenos resultados a la sociedad. Pero más valor si cabe, tendrá que desplegar para darle continuidad a los grandes proyectos estatales, que todavía demandan tiempo y mucho esfuerzo para cuajar. Como el Parque Científico, la Zona Económica Especial de Progreso, entre otros. Para caminar más rápido, el gobernador de Yucatán necesitará de los profesionales del quehacer público. La experiencia gerencial le recuerda a Vila la importancia de aprovechar los recursos y la capacidad instalada. En ese sentido es más un tecnócrata. Pero el político que ha mostrado ser le indicará la pertinencia de revalorar a los cientos de mujeres y hombres que en sus respectivas responsabilidades han contribuido a que el gobierno funcione, sea cual fuere su color partidista. Que así sea.— Mérida, Yucatán.

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