Campañas, Carnaval y Cuaresma
Dulce
María Sauri Riancho
Si no fuera un asunto tan
serio, podríamos imaginar al calendario electoral 2018 como una gigantesca
broma. El involuntario humor negro de los árbitros de la contienda encimó
festividades tradicionales y religiosas con el inicio y fin de las actividades previas
a la votación del 1 de julio. Junto con las Posadas navideñas, el 14 de
diciembre pasado se abrió ese amorfo periodo denominado “precampaña”, cuyo
cierre coincidió con el domingo de Carnaval. Al PRI todavía le falta la
convención nacional el próximo domingo. Aun así, el partido en el gobierno es
el único que ha logrado presentar a la totalidad de sus contendientes, tanto
locales como federales, no así la coalición “Todos por México” porque el Verde
y Nueva Alianza todavía no concretan sus postulaciones. Al PAN y a su coalición
les falta mucho para completar la tarea. Amplió su plazo para resoluciones una
semana más, hasta el 18. Los otros siete partidos que actúan en la escena
estatal todavía deshojan la margarita de las candidaturas. Supuestamente tenían
un plazo fatal. Pasó la fecha y no completaron, o al menos no lo han dado a
conocer a la opinión pública.
¿Qué fueron las
precampañas y en qué se diferencian de las campañas? En la realidad, es muy
difícil distinguir unas de otras. Cuando se legisló al respecto se pretendía
darles oportunidad a los partidos de realizar sus procedimientos internos y al
mismo tiempo reducir el periodo de exhibición y gasto de partidos y candidatos.
Nada de eso se logró. López Obrador siguió con sus incansables giras por toda
la geografía nacional, con mítines y marchas, pancartas y spots radiales y
televisivos. Igual que hace 6, 12 años. Anaya continuó con la revelación de su
personalidad, que pasó de acaparar con su voz y su imagen los tiempos asignados
al PAN en la televisión y la radio, a manifestar su vena artística y deportiva.
Sólo José Antonio Meade se acercó al propósito de los legisladores cuando
crearon las precampañas. Al ser externo al PRI, ha recorrido el país para
encontrarse con la militancia priista que lo conocía como funcionario y que
ahora le confiará la candidatura presidencial.
El INE está desarrollando
un aparato de fiscalización de los gastos de precampaña, que también tienen
topes y obligación de comprobarse todos. Escuché de voz de una persona
conocedora de estos temas que inspectores del árbitro electoral rondaron
mítines y concentraciones partidistas, sacando cuentas del número de
asistentes, autobuses, tortas, matracas y batucadas. El prorrateo entre
candidatos a diversos cargos está claramente establecido. Para evitar dudas y
discusiones innecesarias, el reglamento de Fiscalización ha sido enmendado y sus
lagunas e imprecisiones, corregidas. Los auditores estarán muy pendientes de
que la propaganda partidista, supuestamente dirigida en forma exclusiva a los
militantes de los partidos que los postulan, sea eliminada de los
espectaculares, televisión y radio, páginas web, etcétera. Tal vez este
ejercicio de fiscalización, cuyos resultados todavía no son del conocimiento
público, sea la única diferencia en relación a la precampaña de 2012.
En lo local, las
postulaciones del PRI y del PAN al gobierno del Estado permitieron a los
Mauricios aprovechar algunas semanas de la precampaña. Sahuí, desde antes de
Navidad; Vila, una vez que concluyeron las celebraciones del 476 aniversario de
Mérida. El candidato del PRI aprovechó el escenario de la convención estatal que
lo eligió el domingo pasado, para presentar su plataforma de campaña. “El mejor
Yucatán que hoy SÍ podemos construir” contiene la estructura fundamental de sus
planteamientos. El candidato del PAN ha recorrido casi todos los municipios del
estado. Ignoro si presentará un desglose del “Yucatán que Merecemos”, de tal
forma que comencemos a contrastar visiones y propuestas.
La “cuaresma” electoral
será aún más extraña que las precampañas. Durante 46 días, que ya comenzaron
desde el lunes pasado, deberá haber silencio de publicidad y propaganda en las
que aparezca la voz e imagen de los candidatos. Sin embargo, nada impide que
sean entrevistados por los medios de comunicación, siempre y cuando no
obedezcan a una pauta contratada con ese fin. En cambio, los partidos podrán
continuar con su “propaganda genérica”, esperando el periodo de registro de las
candidaturas ante el INE y, en el caso de Yucatán, el Iepac. Del 11 al 18 de
marzo todos los partidos deberán formalizarlas y las autoridades electorales,
aprobarlas. El Viernes Santo, 30 de marzo, arrancan las campañas electorales.
El 29 de junio, 90 días después, se celebrarán los cierres y la elección será
el 1 de julio.
Una nueva reforma
electoral se avizora en el horizonte político del país. Ninguno de los propósitos
que llevaron a crear la fase de las precampañas se ha cumplido. Ni se retrasó
la agitación consustancial a los procesos políticos, mucho menos se detuvo el
gasto en propaganda de parte de aspirantes a diversos cargos. Por el contrario,
hemos sido testigos de todo tipo de simulaciones, para aparentar cumplir la ley
y violarla sistemáticamente con su conducta. El único remedio parece ser la
prohibición absoluta de publicidad y propaganda partidista, hasta que no den
inicio las breves campañas, de 60 días o menos. Aplicar esta medicina demanda
una eficaz legislación en materia de comunicación gubernamental, que permita un
control efectivo de los recursos públicos dedicados a la publicidad y
propaganda oficiales. Entonces, tal vez, en 2024 otro canto escucharemos. Por
ahora, sólo nos queda aguantar la costosa cacofonía de las campañas.— Mérida,
Yucatán.