Elecciones 2018: Carta a los Reyes Magos

Dulce María Sauri Riancho

Queridos Reyes Magos:

Pocos niños les escriben cartas en estos tiempos de WhatsApp y Facebook. En realidad, queridos Reyes Magos, el recuerdo de ustedes se ha transformado en una deliciosa rosca, donde los muñequitos ocultos que recuerdan al niño-dios incluyen promesas de suculentos tamales para celebrar la Candelaria, el 2 de febrero.

Ustedes tres tuvieron hace más de dos mil años confianza y fe en las profecías, y tenacidad para alcanzar su propósito. ¡Y vaya déficit que tenemos en 2018 de esta tercia de virtudes! A fuerza de sentirnos defraudados una y otra vez, ya no creemos en nada ni en nadie, incluyéndolos a ustedes, sin ofender. Tiene que ver con la percepción generalizada de que muchas cosas no marchan a favor del país y de sus habitantes. Pobreza, violencia y desigualdad se combinan en varias regiones de México, dañan a las familias y afectan la convivencia social. Allende nuestras fronteras, se anuncia la deportación de miles de paisanos, familias enteras; se presentan además amenazas económicas y de seguridad. En el país vienen las campañas electorales, donde partidos y candidatos habrán de endulzar los oídos con promesas de todo tipo para cambiar la situación con la que estamos inconformes.
¿Por qué les escribo? Tal vez porque ahora que están menos ocupados tengo mayor posibilidad de que me presten atención y concedan mi deseo. Sólo les pido una cosa. Puede parecerles raro e impertinente, pero quiero un radar cuántico, una especie de moderna lámpara de Diógenes. Sí, la del filósofo de Sinope, conocido como El Cínico, quien se dedicó con su luz a buscar a un “hombre honrado”. Mi regalo tendría un uso muy concreto: buscar a la persona que pueda ser un buen presidente de México por seis años, ni un día más ni uno menos. Tal vez ustedes sepan que hemos tenido muy buenos candidatos, que ganan las elecciones pero que después, en el trayecto sexenal, se desvían e incumplen con las expectativas que despertaron cuando votamos por ellos.

Ya les anticipaba que era una solicitud extraña, pues hago depender el futuro de una nación y de sus cerca de 125 millones de habitantes, del desempeño de una persona en el Ejecutivo federal. Es que en este país la figura presidencial mantiene una relevancia singular. Es cierto que, a diferencia de un pasado cercano, el presidente de la república tiene ahora fuertes contrapesos en los otros dos poderes y una creciente fiscalización de la ciudadanía. Pero aún se conserva como el centro del sistema político, por lo que cualquier cambio profundo pasa necesariamente por su persona.

Con mi lámpara-radar buscaría en las siguientes frecuencias:

Integridad personal y trayectoria de vida que la acredite. Quiero que sus acciones pasadas sostengan sus compromisos presentes. Ser honorable, mostrarse como tal y ser percibid@ como persona merecedora de confianza.

Energía para cambiar lo necesario, pero también para defender lo que deba ser preservado. Mi radar se encargaría de detectar la diferencia entre la terquedad y la persistencia; entre la necedad y la constancia. Quien es persistente, mantiene el rumbo a pesar de las dificultades; quien es necio, hace prevalecer su opinión a pesar de que la realidad grite lo contrario.

Capacidad de formar equipos. Ni mujer ni hombre solos, sino con el conocimiento y la convicción de que deberá rodearse de las y los mejores; con la modestia para reconocerlos, con la capacidad para convencerlos de su proyecto y transformarlo con sus valiosas aportaciones. Muy posiblemente, el próximo Ejecutivo federal forme por primera vez un gobierno de coalición, haciendo uso de la reforma constitucional de 2013. Nunca como ahora será importante el trabajo colectivo en el gabinete presidencial.

Visión de largo plazo y gradualismo. Nos hemos cansado de repetir que México no se reinventa cada seis años. La continuidad y el cambio se conjugan, aún en los periodos de aparente trastrocamiento total del orden establecido, como sucedió en la Revolución de hace cien años. Nada debe permanecer sólo porque existe, como tampoco deberá ser sustituido automáticamente por provenir del pasado. Cambiar sin conocer el rumbo abona al caos. No será tarea fácil limpiar nuestros propios establos de Augías de la corrupción, ni se hará en un solo día, pero cuando iniciemos la tarea deberemos saber a dónde habremos de arribar.

Y por último, señores Reyes Magos, mi radar cuántico necesita detectar a quien sepa:

Dejar ir el poder presidencial. Con la convicción de que la única vía para transformar la vida política de México es fortalecer sus instituciones y promover la participación de la sociedad en la conducción de la vida colectiva. El peso de la figura presidencial hace que sólo desde su silla se pueda iniciar un cambio de esta magnitud. Pero de este asiento emana un encanto que provoca olvido de compromisos y buenos propósitos. Quiero en la presidencia a quien sepa tomar distancia y que al mismo tiempo respete la institución presidencial, lo que significa y asumir con dignidad la carga de responsabilidad que de ella emana. Pero que también tenga la energía y la visión de Estado para transformarla en forma definitiva, sin posibilidad de regresión autoritaria.


Posdata. Tienen, queridos Reyes Magos, hasta el 30 de junio para traerme mi regalo, pues el 1 de julio habré de utilizarlo para emitir mi voto.— Mérida, Yucatán

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