Recuentos municipales. Termómetro político
Dulce María Sauri Riancho
Aunque
la atención pública se concentra en las candidaturas a la presidencia de la
república y a la gubernatura del estado, las fiebres preelectorales más
intensas se viven quizá en los 106 municipios. Grandes y pequeños en población,
todos viven la agitación previa a las definiciones de los partidos en el ámbito
municipal. El PRI fue la organización política que primero mostró sus cartas,
pues el domingo 29 de octubre realizó un recuento en 19 municipios para definir
a sus precandidatos. Sus adversarios se han encargado de denunciar la
aplicación de este procedimiento de “usos y costumbres” como actos anticipados
de campaña, pues como ya se sabe, será a finales de noviembre cuando se emitan
las convocatorias para el registro de precandidatos y comenzar las actividades
formales el 14 de diciembre.
Vale
la pena considerar un antecedente respecto a los llamados “recuentos”. Consiste
básicamente en “contar” a los partidarios de cada uno de los aspirantes, formados
en fila en el sitio convenido previamente. Durante años fue el mecanismo preferido
y aplicado, por el PRI, para definir candidatos en muchos municipios de la
entidad. En esta ocasión, los “recuentos” priístas cambiaron sus formas para
convertirse en una gran negociación, abierta, entre las y los candidatos y en
la que participó la población interesada. Se trata de un acuerdo pactado, no
puede tener mayor alcance, puesto que aún no transcurren los tiempos legales.
Sin embargo, los resultados del sondeo priísta aplicado en poco menos del 20%
de los municipios son muy interesantes para analizar dos de las cuestiones que
dominan el actual proceso electoral municipal. Me refiero a la reelección
consecutiva de los ayuntamientos y a la aplicación de la paridad de género.
Doce
de esos 19 municipios tienen actualmente gobiernos del PRI. En cinco municipios
las autoridades provienen del PAN, y del Verde y Nueva Alianza en los dos
restantes. Respecto a los cabildos priístas, sólo en uno de los doce casos,
Tahdziú, ganó el recuento el actual presidente municipal. Ignoro si hubo alguna
pretensión de otros alcaldes en ejercicio de permanecer en el cargo, o cuántos
hayan participado y perdido. ¿Por qué un número tan reducido de aspirantes a
reelegirse? La ley abrió la puerta de la reelección, pero la costumbre de
renovación trianual de las autoridades tiene todavía una extraordinaria fuerza
entre la población municipal. “Si ya bailó, debe sentarse”, parece decir la
conseja popular que prevalece ante la posibilidad de continuar una obra de
gobierno. Mucho nos falta para conocer la percepción ciudadana sobre la
reelección. No basta con la teoría del voto como “premio” o “castigo” al
desempeño de quien aspira a reelegirse. Considero que, a nivel municipal, sigue
siendo muy importante la rotación de los cargos, concretar la esperanza de la
renovación, antes que votar por la permanencia de una autoridad en el
ayuntamiento.
La
cosecha priísta fue magra respecto a la participación de las mujeres: sólo tres
emergieron como triunfadoras. En Ixil, una mujer puede ser candidata y
presidenta por primera vez en la historia municipal. En Teabo, también priísta,
el ayuntamiento podrá tener jefatura femenina por tercera vez. En Kantunil,
gobernado actualmente por el PAN, una mujer ganó el recuento; ella fue
presidenta municipal en el periodo 2001-2004. De la docena de municipios
priístas, sólo uno está gobernado por una mujer, Akil, donde un hombre se
impuso en el recuento. Siete de los 19 municipios sometidos al sondeo priísta
forman parte de la lista de 43 cabildos que nunca han tenido jefatura femenina.
¿Cómo le hará el PRI –y los otros partidos- para aplicar el principio de
paridad? Ciertamente el ejercicio priísta refuerza las preocupaciones sobre el
cabal cumplimiento de este revolucionario precepto. Un apunte es lo ocurrido en
los recuentos de Telchac Puerto y Maní, donde el PRI tuvo candidatas a
presidentas municipales en 2015 que perdieron frente al Verde y PAN,
respectivamente. En esta ocasión, fueron hombres quienes se impusieron en los
recuentos. Tal parece que la derrota se atribuyó al género de las candidatas en
estos dos municipios, que tampoco han tenido mujeres alcaldesas.
Las
resistencias más poderosas a las transformaciones democráticas provienen de la
cultura política. Las reformas de ley son condición necesaria para modificar la
realidad, pero nunca serán suficientes mientras prevalezcan las costumbres,
prejuicios y hábitos arraigados en una tradición que se niega a morir. Pasa con
la paridad, se expresa también en las actitudes de los “adelantados”. La norma
no puede prever todas y cada una de las circunstancias concretas en que tiene
que expresarse. ¿Quién puede impedir, por ejemplo, un acuerdo entre partidos
aliados a nivel nacional o estatal para presentar mujer y hombre en las
elecciones municipales? Así cada uno cumpliría formalmente con la paridad, pero
a la vez, buscaría ganar la elección exacerbando las actitudes machistas
todavía existentes. Lo mismo sucede con los actos anticipados de campaña
electoral. Se practican porque no solamente carecen de sanción legal, sino porque
la sociedad, las y los ciudadanos los toleran, consienten e incluso, hasta
celebran como muestra de un supuesto “ingenio” para evadir la norma.
Domingo
7. Ese día de noviembre de 1999, hace 18 años, se celebró la elección interna
del PRI para definir la candidatura presidencial. Participaron cuatro
aspirantes; hubo más de 10 millones de votos de militantes y ciudadan@s de todo
el país. La aplicación de este novedoso método fue necesario para competir,
pero no fue suficiente para ganar la presidencia de la república. La energía y
el dinero invertido y la división interna imposible de salvar, desdibujaron las
posibilidades de triunfo. El método es sólo un camino, no un dios o un oráculo
infalible para producir candidaturas ganadoras. Decirlo de otra manera es
pretender engañar a la ciudadanía o buscar a costa de lo que sea, llevar agua al
molino de los propios intereses.