Sombras sobre la Filey. Violencia contra las mujeres
Dulce María Sauri Riancho
Sucedió hace casi siete años,
cuando tres mujeres indígenas otomíes de Querétaro: Alberta Alcántara Juan,
Teresa González Cornelio y Jacinta Francisco, fueron detenidas y encarceladas
acusadas de delitos contra la salud por posesión de cocaína, privación ilegal
de la libertad en su modalidad de secuestro y delitos contra servidores
públicos.
Fue la manera jurídica que
encontraron para decir que habían sometido y retenido contra su voluntad a
varios agentes del orden que realizaban un cateo en busca de productos “pirata”
en el mercado de la capital queretana. En su largo proceso federal, las mujeres
reclamaron su inocencia y la injusticia del juicio al que se veían sometidas.
Declaradas inocentes por la Suprema Corte, ellas no se conformaron, sino que
exigieron a la PGR una indemnización y reparación del daño causado por haber
sido acusadas y aprehendidas ilegalmente.
En la primera instancia
administrativa, se les negó lo solicitado, por lo que acudieron a la Sala
Superior del Tribunal Federal de Justicia Administrativa, que resolvió lo
impensable hasta hace muy poco: “Revisamos las pruebas que están en el
expediente (dice la sentencia) y […] concluimos que tienes razón, determinamos
que la PGR hizo mal su trabajo, lo que te ocasionó daño patrimonial y moral…La
PGR reconocerá tu inocencia y lo hará en los mismos medios donde fue publicada
tu acusación”.
Además de las inserciones de media
página en los periódicos de Ciudad de México, hubo un acto en el Museo Nacional
de Antropología, donde el procurador general de la República, en nombre del
Estado mexicano, pidió perdón a las tres mujeres agraviadas. Su condición de
género, su pertenencia a una etnia indígena y su situación de pobreza se
combinaron para mantenerlas en prisión y privarlas de una legítima defensa.
Final aparentemente feliz de una larga historia salpicada de violencia en su
contra por el simple hecho de ser mujer.
Sucedió hace 7 días, cuando las
alarmas de la indignación se prendieron por un cartel promocional de la Feria
Internacional de la Lectura, Filey, que habrá de comenzar su sexta edición el
próximo sábado 11 de marzo.
Mala copia de la ingeniosa
publicidad de la Librería Gandhi, la imagen de una mujer sometida que acepta
castigo a cambio de “dejarla leer”, proyectó desafortunadamente sobre la Filey
una sombra: la de la violencia contra las mujeres, tolerada, utilizada y
presentada en un afiche que reproduce los peores estereotipos de género.
Se trataba de un cartel inspirado
en el libro “Cincuenta sombras de Grey” que, por cierto, poca publicidad
necesita en su sexta edición en castellano. La trilogía escrita por E.L. James
ha roto récords de venta y ha sido traducida a numerosos idiomas. Como
literatura, se asemeja a un Corín Tellado pornográfico. Combina “bondage”
(esclavitud y ataduras para inmovilizar), disciplina, sadismo y masoquismo. El
hombre protagonista, millonario y poderoso, es el dominador; la mujer, virgen,
sensible y vulnerable, es la parte sometida.
Los millones de ejemplares
vendidos muestran que existe un público para esa clase de expresiones
literarias. En gustos, particularmente de lectura, se rompen géneros. No me
interesa imprimir un toque de censura para lo que algunos consideran innovación
y otros, algo más que un bodrio literario.
Sin embargo, me pregunto por qué
ese libro fue considerado por la Filey para formar parte de sus carteles
publicitarios. Teniendo tantas opciones cuando los invitados son: China como
país y Campeche como estado de la República, poco favor le hicieron a esta
Feria quienes se imaginaron derrochar “ingenio” con una imagen y una leyenda
que, por decir lo menos, son enormemente controvertidas.
No es el primer tropiezo de la
Filey. Recuerdo el de hace un par de años, cuando las camisetas del equipo
promotor ostentaban la leyenda de una organización política. Entonces,
rápidamente corrigieron. Me parece bien que ahora, después de un intento
fallido de disculpa, los responsables de la Filey 2017 hayan admitido sin rodeo
alguno su error. Ya no es sólo “un sector” el que se reconoce como agraviado, sino
un género, las mujeres, en su lucha cotidiana contra atavismos y costumbres que
consideran a la violencia como “natural”. La misma que Rodrigo Llanes describió
en este espacio el lunes pasado.
Fue un resbalón que abrió una
grieta donde se muestran con claridad las resistencias culturales a considerar
a las mujeres con similar dignidad y derechos que los de los hombres. En el
orden patriarcal, la condición femenina sólo se concibe como subordinada, tal
como es la protagonista de “Cincuenta sombras”.
foto: lasillarota.com |
La Filey es un proyecto en vías de
consolidación. Este año abrigué serios temores de que la Uady y el gobierno del
Estado no pudieran sostener la inversión anual que se requiere para realizarla.
Voces al oído del rector Williams y de las autoridades estatales susurraban la
conveniencia de despojarla de su raigambre universitaria y de sectorizarla en
alguna dependencia estatal. Por si no fuera poca la tensión presupuestal, la
sexta edición estrena coordinador general con Rodolfo Cobos. Cuando el Premio
Excelencia en las Letras es entregado a Cristina Rivera Garza, la escritora
tamaulipeca que está de lado de “los libros incómodos, que no necesitan carta
de buena conducta para existir”. Cuando Sara Poot organiza la nueva edición de
UC-Mexicanistas, se cometió un error que no podrá ser superado más que con
auténticos compromisos en materia de derechos humanos de las mujeres. Y
resultados que los hagan tangibles. Así las sombras que arrojó Grey sobre su
sexta edición se podrán desvanecer.— Mérida, Yucatán.