Elecciones, ¿por el rumbo correcto?

Dulce María Sauri Riancho
El próximo domingo 5 de junio se configurará el panorama político para 2018. Habrá elecciones en 14 entidades: en 12 para gobernador; una, Baja California, para presidentes municipales y diputados locales, y en otra, la recién rebautizada Ciudad de México, se votará por los 60 legisladores que integrarán el congreso constituyente de la capital de la república. Esa noche se perfilará un nuevo mapa electoral sobre el cual partidos y aspirantes trazarán su estrategia hacia la presidencia de la república.

Poco menos de la mitad de los ciudadanos del país, 45%, pueden acudir a depositar su voto.

Hace seis años, el PRI ganó nueve de las 12 gubernaturas en juego y el PAN-PRD en alianza lograron el triunfo en tres: Sinaloa, Puebla y Oaxaca. Entonces no existía Morena (Movimiento de Regeneración Nacional), el partido de Andrés Manuel López Obrador, que puede darle un susto a los partidos viejitos en Zacatecas y Veracruz principalmente.

Sólo 14 de 78 candidatos a las gubernaturas son mujeres, de las cuales cuatro están en condiciones de competir para ganar, bien sea porque las postuló el partido que está en el gobierno, como es el caso de Aguascalientes con Lorena Martínez, candidata del PRI, o porque su organización política ha ganado la gubernatura en ocasiones anteriores, como sucede en Tlaxcala para el PAN y para el PRD, ambos partidos con abanderadas femeninas. El PRI en Puebla intenta con Blanca Alcalá recuperar la posición que perdió hace seis años. Las demás mujeres candidatas seguramente le están echando muchas ganas y poniendo esfuerzos inauditos, pero las organizaciones que las postulan o su condición de independientes para dos de ellas hacen muy difícil que puedan lograr sus objetivos.

En medio de la zozobra ciudadana producto de la actuación del crimen organizado en todo su territorio, los tamaulipecos se aprestan a elegir a su nuevo mandatario. Egidio Torres fue postulado hace seis años de última hora, en lugar de su hermano Rodolfo, asesinado una semana antes de la votación.

La contienda se pronostica con resultados muy cerrados entre PRI y PAN. La campaña electoral se ha caracterizado por un nutrido intercambio de acusaciones de estar vinculados unos y otros con la delincuencia organizada.

En Quintana Roo, nuestros vecinos, la pugna electoral se concentra entre dos priístas de cepa, uno postulado por la alianza PRI-Verde y otro, por una coalición opositora que logró sumar al PAN y al PRD. El final será cardiaco, porque ambos aspirantes tienen arraigo y presencia entre los activos grupos políticos de la entidad.

Quien logre vencer la abstención que caracteriza a Cancún y poblaciones cercanas tendrá más cerca el triunfo.

Allá también han menudeado denuncias y acusaciones sobre compra y coerción del voto.

La figura de candidatos independientes de un partido político también está presente en nueve de las 12 entidades, aunque sólo parecen tener oportunidades en Chihuahua con “Chacho” Barraza, pero sin el empuje y el carisma que caracterizaron la campaña del “Bronco” en Nuevo León hace apenas un año. Sobre el extraño híbrido que será el constituyente de Ciudad de México, mejor lo dejamos para posterior ocasión.

Baste decir que —como en la política medieval— los capitalinos sólo elegirán a 60 constituyentes de un total de 100. El resto será designado por el Ejecutivo federal y por los senadores, pero no será producto de las urnas.

Puedo adelantar un pronóstico, sobre el cual los críticos del PRI pueden estar en profundo desacuerdo. Este partido, sólo o en alianza con el Verde y el Panal, se impondrá en la mayoría de los 12 estados. La razón es simple, producto de un sencillo cálculo aritmético. En casi todas las entidades, incluso en las tradicionalmente polarizadas entre dos fuerzas políticas, ahora hay tres, bien sea postulados por los partidos “históricos” o por el emergente Morena. Lo lógico es que el tercio mayor, el que se lleve al triunfo, sea el PRI, porque es la fuerza más consolidada.

Puede suceder en Veracruz, en Chihuahua, Tlaxcala, Zacatecas, entre otros. Incluso en Quintana Roo, ya que el 10 por ciento que le pronostican al candidato de Morena podría significar la diferencia entre el triunfo o el fracaso del candidato aliancista.

No hay una sola de las 12 elecciones que se vea tersa. Vendrá seguramente un post-electoral muy agitado, con numerosos recursos en busca de revertir el triunfo de los opositores o para lograr la anulación de la elección.

Los Oples (organismos electorales locales) estarán bajo la lupa del INE y de los electores. Supuestamente diseñados para blindar a sus integrantes de influencias externas, significativamente los gobernadores, han sido denunciados por su cercanía con los intereses locales, a grado tal que el INE promovió la sustitución de la totalidad de los integrantes del Ople de Chiapas, que fracasó rotundamente en la reciente elección local.


Aunque hay expectativas en contrario, espero que la elección en todas partes transcurra con calma y alta participación ciudadana. Contra la inconformidad y el mal gobierno está el recurso del voto. Por eso es tan importante preservar y fortalecer el sistema electoral del país y del estado, para que podamos decir “quiero cambiar” y poderlo hacer en las urnas. La estación 2016 nos mostrará si vamos por el rumbo correcto en materia de elecciones, o si es necesario hacer rectificaciones. Poco, pero aún tenemos tiempo.— Mérida, Yucatán.

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