Seguridad para el futuro. Anticipar y cuidar
Dulce María Sauri Riancho
Suena
tranquilizador. “Escudo Yucatán” hará posible que esta tierra siga siendo
segura y percibida así por quienes la habitamos. La Real Academia Española da
luces sobre las acepciones que conlleva el nombre de este programa: “Arma
defensiva que se lleva embarazada para cubrirse y resguardarse de las armas
ofensivas y de otras agresiones”. El verbo correspondiente, “escudar”, quiere
decir “resguardar y defender a alguien del peligro que lo amenaza”. De acuerdo
con estos significados, existe peligro real de perder la paz que ahora gozamos.
Actuar “a tiempo”, sociedad y gobierno, es el mensaje que en forma insistente
se ha transmitido desde que se dio a conocer la Estrategia Integral de
Seguridad Pública.
La
atención se ha centrado en la forma propuesta para financiarla. Consiste en
solicitar a la federación un anticipo de 12 años del 25% de dos programas
federales: Aportaciones al Fortalecimiento de los Municipios y Aportaciones a
la Infraestructura Social. El secretario de Finanzas ha asegurado que este
compromiso “no afectará participaciones ni otras partidas”.
Preocupa
endeudar al gobierno y gastar por anticipado. ¿De dónde saldrán los recursos
federales si el Ejecutivo estima una reducción real en el presupuesto de
egresos 2017? Muy posiblemente de un esquema financiero semejante al de los
Certificados de Infraestructura Escolar Nacional (CIEN) o bonos educativos,
cuya primera colocación en la Bolsa Mexicana de Valores por 8,581 millones de
pesos se realizó en diciembre pasado. O sea, dinero habrá para adquirir cámaras
de videovigilancia, instalar fibra óptica, contar con grandes procesadores de
los millones de datos que se generarán, etcétera. Sin embargo, las objeciones
principales se han referido al mantenimiento de estos costosos equipos, a su
sustitución cuando la obsolescencia de su tecnología así lo exija. Como diría
mi abuela: “¿Con qué ojos, divino tuerto?”, si ya se han comprometido los
recursos. Considero que este punto en especial requiere una mayor explicación
de los responsables del presupuesto y las finanzas estatales.
Sé que
las grandes obras, como lo fue la introducción del agua potable a mediados de
la década de 1960, requieren créditos que son solventados en lapsos prolongados
(en ese caso, se concluyeron los pagos hasta 1982).
Tratándose
de la Seguridad —un intangible que a diferencia del agua no se ve ni se toma,
pero se siente—, es una apuesta ambiciosa, a la vez que oportuna, porque cuesta
mucho menos la prevención que el remedio, una vez que el mal está hecho.
Así lo
atestiguan dolorosamente Michoacán, Chihuahua y otras partes del país.
Preocupa
también la existencia de personal calificado para procesar y darle un uso
adecuado a los millones de datos que diariamente se generarán en el sistema de
vigilancia.
De poco
servirá si no se cuenta con los filtros adecuados que garanticen su empleo
oportuno en los trabajos de prevención, además de obtener evidencias claras en
la investigación de los delitos. La propuesta de creación de una unidad
dedicada a la investigación, análisis y evaluación de la información permitirá
detectar casos de violencia temprana y actuar en consecuencia. Este punto tiene
particular relevancia para las colonias y barrios de Mérida y otras poblaciones
del estado donde se presenta con mayor frecuencia el pandillerismo.
Mis
mayores cuestionamientos provienen del “escudo jurídico”. Tiene que ver con la
concentración de las distintas instituciones policiales del Estado en la
Secretaría de Seguridad Pública (SSP), lo que implica la extinción de la
Policía Ministerial investigadora de la Fiscalía General del Estado.
Asumo
que esta propuesta proviene de las dificultades encontradas en la integración
de las carpetas de investigación en el nuevo sistema de justicia penal, que
demanda respeto absoluto a los protocolos de detención, interrogación,
preservación de la escena del crimen, entre otras cuestiones que, si no se
cumplen adecuadamente, pueden ocasionar la liberación de un presunto culpable.
Esta división de funciones exigirá plena coordinación con la Fiscalía, cuyos
agentes del Ministerio Público continuarán siendo los responsables de la
integración de las averiguaciones.
La
propuesta de reformas a la legislación penal pretende endurecer las sanciones
por los delitos de abuso sexual contra infantes y la clasificación como delito
grave al robo de casa-habitación y a los comercios. Sin embargo, el Código
Penal vigente ya considera “graves” ambos delitos. En cambio, los robos en las
tiendas (“farderas”) y supermercados, así como los asaltos a pasajeros de los
camiones no tienen esa misma calificación. Comparto la preocupación expresada
en estas páginas por Salgado y Llanes sobre una reforma que penalice a los más
pobres y los castigue con cárcel, a pesar del sistema actual que propicia a
enfrentar los procesos en libertad.
Y es en
este último punto donde puede radicar el problema. Es difícil explicar a un
ciudadano víctima de un robo, cuyo ejecutor ha sido detenido en flagrancia, que
éste pueda recuperar de inmediato su libertad para continuar delinquiendo.
Considero indispensable una mayor explicación de los alcances de la reforma
propuesta en este aspecto.
Es
cierto que la estrategia de seguridad integral presentada por el Ejecutivo del
Estado no resolverá los temas apremiantes de pobreza, marginación y falta de
oportunidades, “caldo de cultivo” de la delincuencia.
También
lo es que no resolverá la impunidad frente a reiteradas denuncias de corrupción
en un pasado reciente. Sin embargo, considero que, sin perder de vista el
horizonte, concentremos nuestra atención en lo que podemos realizar aquí y
ahora en materia de seguridad.
Quizá
algo que nunca antes se ha intentado: prevenir, anticipar, organizarnos mejor
para enfrentar el futuro.— Mérida, Yucatán.