Relevos partidistas: Anticipados, remisos, a tiempo
Dulce María Sauri Riancho
Reza un
refrán atribuido a Miguel de Cervantes: “el tonto sabe más en su casa que el
sabio en la ajena”. Si tomara el consejo al pie de la letra, difícilmente
podría compartir con ustedes, amigos lectores, algunas reflexiones sobre los
relevos en la dirigencia de los tres grandes partidos nacionales.
Sin
embargo, lo hago con la tranquilidad y el compromiso de analizar lo que sucede
en el interior de las distintas denominaciones partidistas porque son
“entidades de interés público”, tal como los define nuestra Carta Magna.
La
Constitución nos concede el derecho de conocer, indagar y criticar a los
partidos políticos, tengamos o no militancia en alguno de ellos. Incluso,
podemos considerar que este ejercicio es una responsabilidad ciudadana para
mejorar la calidad de la democracia en México, aunque sea la indiferencia o el
franco rechazo los sentimientos que predominan cuando se abordan estos temas.
Como si se hubiesen puesto de acuerdo, PAN, PRI y PRD están eligiendo en estas
semanas a quienes los conducirán en el crucial año de 2016, cuando el calendario
electoral del país marca la renovación de 12 gubernaturas, es decir, más de un
tercio del total. Un poco más adelante, las mujeres y los hombres designados
tendrán la encomienda de luchar por el triunfo de su partido en la elección
presidencial de 2018.
A
tiempo. El PAN fue el primero en concluir su elección interna, apenas el
domingo pasado, cuando estrenó el método de la consulta directa a sus
militantes, mediante el voto secreto. A pesar del aparente interés que suscitó
la contienda por la dirigencia nacional y a que simultáneamente se eligieron
dirigencias locales en un número importante de estados, sólo votó la mitad del
padrón panista.
El
candidato derrotado, Javier Corral, cuestionó con severidad la calidad del
listado de su partido y las tácticas que sus opositores internos emplearon para
obtener una aplastante mayoría, alrededor del 80 por ciento del total, a favor
del joven candidato oficial, Ricardo Anaya.
Leyendo
las crónicas de estos días sobre el relevo panista, tuve una especie de déjà
vu, esa extraña sensación de haber visto y vivido antes algo semejante.
Efectivamente, los sucesos del PAN se asemejan en buena medida a lo acontecido
en el PRI después de perder la Presidencia de la República en el año 2000,
cuando la Asamblea nacional decidió aplicar un método similar al del PAN del
pasado domingo, que resultó en el cuestionado triunfo de Roberto Madrazo y Elba
Esther Gordillo.
Al paso
del tiempo, los priistas nos enteramos que había habido una decisiva
intervención de Los Pinos para favorecer a la fórmula ganadora, porque el
presidente Fox había pactado con ellos el apoyo a su reforma fiscal y a la
pretensión de gravar con IVA a los alimentos y medicinas. Cuando intentó honrar
su compromiso, la maestra Gordillo fue destituida como coordinadora del grupo
parlamentario priista en la Cámara de Diputados.
Roberto
Madrazo desconoció el trato con Fox; consintió la defenestración de quien se
mantuvo todavía como secretaria general del PRI en tanto creaba un nuevo
partido, el PANAL.
El
saldo de la dirigencia madracista-elbista fue la aplastante derrota del PRI en
la elección presidencial de 2006.
Con
estos recuerdos no estoy diciendo que Anaya haya establecido algún compromiso
con el gobierno de Enrique Peña para lograr el triunfo. Pero no es ningún
secreto que para el gobierno de Peña negociar con Ricardo Anaya será menos
complicado que con Javier Corral. Creo que al PAN todavía le falta una amarga
derrota en 2018 para tocar fondo y desprenderse definitivamente de los lastres
que impiden su recuperación.
En
Yucatán, ganó Raúl Paz Alonzo y perdió Alfredo Rodríguez y Pacheco. La juventud
se impuso a la experiencia que agrupó a panistas históricos y al mismo alcalde
saliente de Mérida, que por tercera vez en seis meses resultó derrotado en sus
aspiraciones.
Anticipado.
El PRD anunció el relevo de su actual dirigencia nacional. Carlos Navarrete no
pudo resistir los malos resultados electorales, que dejaron a su partido apenas
unas décimas porcentuales arriba de Morena, su adversario en la izquierda, que
además se impuso en el otrora bastión perredista de la capital de la República.
Lloviendo
sobre mojado, el Tribunal Electoral anuló el triunfo del PRD en el municipio de
Centro, Tabasco, por lo que de ratificarse la sentencia, tendrá que disputar de
nueva cuenta la única capital estatal ganada el pasado 7 de junio. En
consecuencia, el PRD se dispone a encontrar al personaje que les permita una
razonable unidad interna y mayor eficacia en la lucha electoral. Tarea difícil
cuando el escenario de la izquierda parece estar dominado con el activismo de
Morena y de su líder histórico, Andrés Manuel López Obrador.
Remiso.
El lunes pasado sólo se inscribió una fórmula para la dirigencia nacional del
PRI. Manlio Fabio Beltrones y Carolina Monroy son, desde esa noche, presidente
y secretaria general de su comité nacional, que rendirán formal protesta el
próximo jueves.
Estatutariamente,
relevarán a Humberto Moreira —¡sí, el gobernador que sepultó en deudas a
Coahuila!—, electo en marzo de 2011, quien renunció en vísperas del inicio de
la campaña presidencial, en diciembre del mismo año, después de que se reveló
el escándalo financiero de su gestión.
La
aparente tersura del cambio priísta no oculta las tensiones que anticipan un
acotamiento a la voluntad presidencial sobre el candidato a sucederlo en el
2018.— Mérida, Yucatán.