Mujeres e independientes, hacia 2018.

Dulce María Sauri Riancho
Antes de iniciar el análisis de lo que puede traernos el futuro a la luz de los resultados del 7 de junio, permítanme, amigos lectores, festejar. Se trata de que por primera vez el Congreso del Estado, en la próxima legislatura local, habrá la máxima representación femenina de toda la historia. Doce mujeres: siete del PRI, cuatro del PAN y una de Morena ganaron un espacio gracias a los votos de los yucatecos y a la paridad en las candidaturas, establecida en la Constitución en 2014. La ola de mujeres alcanzó también a la Cámara de Diputados federal, donde 116 curules de mayoría tendrán ocupantes femeninas, frente a 91 de la actual legislatura. Sumadas a las 93 de la representación proporcional, dan un total de 209, casi el 42 por ciento del total. Quienes tengan presentes los registros paritarios de candidaturas se preguntarán por qué no habrá la mitad de diputadas, es decir, 250. La razón tiene que ver con los votos, pues si bien los partidos tuvieron la obligación de presentar el mismo número de mujeres que de hombres candidatos, en los 300 distritos los electores definieron a la o el ganador. Además, ninguno de los grandes partidos nacionales comenzó su lista de diputados de representación proporcional con mujeres. Sesgos aparte, no podemos menos que celebrar la llegada femenina al Poder Legislativo, en un número que se acerca cada vez más a la Igualdad en la participación de la toma de decisiones sobre asuntos de interés colectivo, como los que se tratan en los congresos. En Yucatán, es posible que PRI y PAN tengan diputadas coordinadoras de su grupo parlamentario. Veremos si el aumento de número se traduce en una nueva manera de tratar y resolver las cuestiones de interés general y muy particularmente las que se encuentran relacionadas con el ejercicio real de sus derechos por parte de las mujeres.

También se ha hablado mucho en estos días de la importancia del triunfo de los candidatos independientes a la gubernatura de Nuevo León, a una diputación federal en Sinaloa y a una local en Jalisco. Ciertamente que los ganadores tendrán los reflectores de una opinión pública exigente, con altas expectativas de que hagan las cosas de una manera distinta de los desacreditados partidos políticos. Quienes se arriesgaron a pasar el calvario de acreditar su registro, de participar en condiciones de desventaja en cuanto a apoyos materiales y de organización; quienes pudieron salir adelante sin los costosos spots de televisión y la machacona publicidad de la radio, estos triunfadores aceleraron los tiempos de la elección presidencial de 2018. ¡Claro que pende sobre el éxito de las candidaturas independientes la acción de los partidos políticos para limitar e incluso asfixiar las condiciones de competencia! Lo que menos quieren las grandes organizaciones nacionales es que uno de “fuera” perturbe la campaña hacia la presidencia de la república. Veremos sin duda, intentos reiterados y revestidos de distintas formas, en especial las del financiamiento, para reducir drásticamente la posibilidad de recorrer el camino que se abrió en esta elección.

Mientras, algunos destacados militantes de los partidos no se han quedado sentados contemplando a la lejanía el 2018. A la conocida aspiración de Andrés Manuel López Obrador se sumó esta semana Margarita Zavala, quien anunció su propósito de luchar por la candidatura presidencial del PAN, en vez de intentar ganar la contienda por la presidencia de su partido. Tal vez haya alguien que piense que fue “salir por peteneras”, aunque la pretensión de llegar a la titularidad del Poder Ejecutivo federal es tan importante que no permite tomarla como vía de escape ante la imposibilidad de competir exitosamente por la dirigencia de su partido. El PRD tendrá que vulcanizar sus cansadas llantas en el Distrito Federal. Su prospecto de candidato a la presidencia, el jefe de gobierno Miguel Mancera, quedó seriamente abollado cuando chocó con Morena, que se mostró como el nuevo centro político de la capital del país. El control de daños perredista tendrá que ser pronto, si no quieren pasar a la irrelevancia de un sexto lugar en 2018.

El PRI también la tiene difícil para los próximos años. La dirigencia nacional cambiará en breve. Quien encabece al partido lo guiará en la contienda interna por la candidatura presidencial, que se hará con nuevas reglas y en condiciones políticas inéditas para el partido en el poder. No es lo mismo ventilar aspiraciones presidenciales en el PAN o el PRD; o siendo gobernador por alguno de estos partidos, que en el PRI. Los acuerdos internos sobre los mecanismos y formas de mostrar y placear a los prospectos presidenciales priístas resultarán fundamentales para no caer en desventaja respecto a otras fuerzas políticas. La emergencia del candidato presidencial como si fuera el conejo de la chistera del mago ya no es posible, ni viable su éxito en los tiempos actuales.

Por si el futuro no fuera complicado para los partidos, en otros calderos deben estar ya cociéndose posibles candidatos independientes a algunas de las elecciones estatales del próximo año. Son 12 entidades donde se renovarán gobernadores, entre ellas nuestro vecino Quintana Roo. En más de una alguien tratará de emular al “Bronco” de Nuevo León. Habrá mucho por hablar e imaginar. Pero por hoy, ¡que vivan las mujeres!— Mérida, Yucatán.


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