Los maestros, ahora sí evaluados
Dulce María Sauri Riancho
La reforma educativa implicó cambios en
el sistema de asignación de plazas definitivas para el magisterio nacional. Es
la primera vez que un examen nacional magisterial corre a cargo del recién
creado Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), nuevo
organismo constitucional autónomo que no depende del Ejecutivo ni de las
autoridades de la SEP.
La independencia de ese instituto
garantiza que sus opiniones y acciones estén guiadas exclusivamente por el
compromiso de mejorar la calidad educativa de los mexicanos. La otra
singularidad de este examen descansa en el mecanismo de competencia interna, en
que los más calificados por sus conocimientos y capacidades docentes habrían de
ser seleccionados para recibir las plazas definitivas, no los “amigos de.”,
“las hijas de.”, o los “recomendados” de algún personaje en turno.
Una innovación más: el INEE estableció
la puntuación idónea para ocupar una plaza. Por encima de esa calificación
mínima, podrán las y los maestros aspirar a obtener alguno de los lugares
disponibles. Por debajo, simple y llanamente serían reprobados, impedidos de
ocupar una plaza aun existiendo vacantes.
La complejidad para organizar un
procedimiento de estas características ameritó que se publicaran en el Diario
Oficial de la Federación los Criterios Técnicos y de procedimiento para el
análisis de los instrumentos de evaluación, el proceso de calificación y la
definición de las listas de prelación de estos concursos. En el aspecto
normativo, el INEE no dejó nada al azar o a la decisión arbitraria de las
autoridades. Además, asumió plenamente su facultad para observar y supervisar
la aplicación de los exámenes.
Las suspicacias entre los maestros
sobre la imparcialidad del nuevo mecanismo fueron intensas. En el pasado,
numerosas habían sido las acusaciones sobre venta de exámenes y tráfico de sus
resultados. Las resistencias a someterse a este procedimiento se manifestaron
abiertamente, como en Oaxaca y Michoacán, o en forma soterrada, entendibles
entre un gremio que ha vivido una y otra vez la simulación y el favoritismo en
la asignación de plazas y contratos laborales. Por eso era tan importante que
este concurso de oposición fuera transparente y que sus resultados fueran
conocidos y divulgados, tanto entre los participantes como en la sociedad en
general.
Como parte de una jornada nacional, los
días 12 y 13 de julio pasados, casi cuatro mil quinientos maestros y maestras
yucatecos presentaron exámenes de oposición para obtener una plaza definitiva
y, por tanto, la anhelada base magisterial que les permitirá ejercer su
profesión sin sobresalto alguno a lo largo de su vida laboral. La inmensa
mayoría de los aspirantes fueron maestros en ejercicio, contratados para cubrir
licencias e incapacidades de manera temporal. El menor número fue de recién
egresados de las normales públicas y privadas de Yucatán.
Los años de experiencia no pesaron lo
suficiente a la hora de responder los exámenes, pues sólo 14 de cada cien
participantes lograron su pase para optar por una plaza definitiva. Desde el
jueves pasado se han venido entregando los llamados “despachos” a quienes
consiguieron las calificaciones más altas.
La otra cara de la moneda: casi dos mil
seiscientos maestros -seis de cada diez- resultaron reprobados al no lograr la
calificación mínima requerida; y otros más, alrededor de mil doscientos, apenas
la sobrepasaron, por lo que tampoco fueron incluidos.
Un doble drama humano subyace tras
estos resultados negativos. Por una parte, quienes se han esforzado durante
años para obtener su plaza definitiva ven rezagada o cancelada esa posibilidad,
aunque podrán continuar como hasta ahora, supliendo licencias con contratos
temporales. Por otro lado, habrá miles de alumnos que tendrán una maestra, un
maestro que no fue considerado en el sistema de evaluación nacional como idóneo
para realizar su labor docente de acuerdo a las exigencias de alta calidad.
No es consuelo señalar que Yucatán es
la entidad del sureste del país con los mejores resultados en los concursos de
oposición para el ingreso al Servicio Profesional Docente en Educación Básica
(pre-escolar, primaria y secundaria), en una lista que encabezaron por su buen
desempeño los estados de Querétaro, Colima y el Distrito Federal.
Una luz de esperanza aparece en la
información detallada que la SEP está obligada a brindarle a los participantes
sobre su desempeño en las tres grandes áreas en que se dividió el examen. Así,
cada quien podrá enterarse dónde estuvieron sus fallas y podrá corregir sus
deficiencias para presentarse nuevamente el próximo año.
La Secretaría de Educación del Estado
podrá contribuir al esfuerzo de todos aquellos maestros que en esta ocasión no
obtuvieron la calificación mínima de idoneidad. Un propedéutico encaminado a
reforzar sus capacidades y cubrir las deficiencias de su formación podrá elevar
la calidad de la planta magisterial yucateca, además de ayudar a las y los maestros
en lo individual.
La propia SEGEY tendrá que contribuir
al reforzamiento de la credibilidad de este mecanismo, respetando
escrupulosamente sus resultados. Sé que no será tarea fácil frente a las
presiones de dentro y de fuera, acostumbradas a disponer libremente de plazas y
horas docentes.
Pero hay un hecho que es imposible
subsanar. ¿Qué está pasando en las escuelas de Educación Normal, cuyos
egresados no pudieron en su mayoría calificar para este examen? Es quizá la
asignatura pendiente en la reforma que tiene la mayor trascendencia para el
futuro de la educación en México.- Mérida, Yucatán.