Violencia contra la mujer
Dulce María Sauri Riancho
Por el PRI, espero que se diluciden
plenamente las responsabilidades de los graves hechos acontecidos en su comité
directivo del Distrito Federal. La información disponible hasta el momento,
originalmente difundida en el noticiero de Carmen Aristegui, muestra una red de
complicidades para hostigar e inducir a mujeres jóvenes a la aceptación de
relaciones sexuales con Cuauhtémoc Gutiérrez, su presidente, como la única vía
para obtener y conservar su trabajo.
Esta situación tiene un nombre llano:
violencia sexual, ejercida en contra de aquellas mujeres que, estando
necesitadas de un empleo, se ven obligadas a sacrificar la libertad de decidir
sobre su cuerpo. La telaraña para atraer a las jóvenes empezaba con un anuncio
ofreciendo un trabajo de edecanes, aderezado con el lugar, una oficina de
gobierno, como para brindar respetabilidad y confianza ante la demanda de la
edad -entre 18 y 30 años- y la figura.
El horario ofrecido de lunes a viernes,
no después de las seis de la tarde, lucía atractivo, en particular para
aquellas que querían combinarlo con estudios o atención a la familia. Pero una
vez entusiasmadas, se revelaba la “letra chiquita” del contrato: tiempo
completo, incluyendo fines de semana, a disposición total del presidente del
PRI en el Distrito Federal, lo que implicaba la realización de funciones
sexuales.
La figura política de Cuauhtémoc
Gutiérrez emergió con fuerza después de la derrota del PRI en las elecciones de
1997, cuando Cuauhtémoc Cárdenas ganó la primera jefatura de gobierno de la
ciudad de México, postulado por el PRD. Sólo algunos grupos de comerciantes
ambulantes y de trabajadores de los gigantescos basureros del Distrito Federal
se mantuvieron en el PRI.
A la cabeza de éstos últimos quedó
Gutiérrez, cuyo padre Rafael, apodado “El rey de la basura”, había sido
asesinado. La confusión y los vacíos creados por los triunfos opositores al PRI
generaron un clima propicio para que crecieran estos grupos.
Los métodos de apropiación de las estructuras
de dirigencia partidista combinaron la capacidad de movilización con la fuerza
y el amedrentamiento para lograr sus propósitos; Gutiérrez comenzó a ser
percibido en la política partidista como un “mal necesario”.
Años después, Gutiérrez resistió un
proceso de expulsión del Partido, por actos de violencia cometidos contra sus
correligionarios. El Tribunal Electoral lo amparó y ordenó el restablecimiento
pleno de sus derechos partidistas. Después de este frustrado intento, tal
parece que cundió el conformismo entre la dirigencia nacional.
El comité directivo del Distrito
Federal quedó bajo la responsabilidad de un delegado, en tanto que una y otra
vez se descarrilaban las convocatorias para elegir presidente, en medio de
acusaciones y denuncias entre las dos facciones: los “rudos” de Cuauhtémoc y
los “técnicos” de María de los Ángeles Moreno.
Mientras, el PRI perdió prácticamente
todas las elecciones de mayoría en la ciudad de México. Su presencia quedó
reducida a una pequeña fracción en la Asamblea del Distrito Federal.
Acuerdo cuestionable
En 2012, como preparación de la
elección presidencial, tal parece que con la intervención del Comité Nacional,
entonces a cargo de Humberto Moreira, se logró un cuestionable acuerdo político
que permitió la candidatura a la jefatura de gobierno de la ciudad de Beatriz
Paredes, en tanto que se despejó el camino para Cuauhtémoc Gutiérrez hacia la
presidencia del Comité del Distrito Federal. Los resultados electorales fueron
nuevamente desalentadores para el Partido: no ganó posición alguna de mayoría
por sí mismo (la delegación Cuajimalpa la obtuvo en alianza con el Partido
Verde). Nada había cambiado, hasta la denuncia de días pasados, que motivó una
rápida reacción de la dirigencia nacional para separar a Gutiérrez de su cargo.
Se dice con razón que son muchas las
violaciones a las leyes y ordenamientos presuntamente realizadas por el líder
defeño defenestrado. Desde luego, la Ley para una Vida Libre de Violencia para
las Mujeres; la legislación electoral, en cuanto a la disposición de recursos e
instalaciones partidistas para la realización del comercio sexual. Además, se
ha dado a conocer que ante la Seido, instancia de la PGR para perseguir a la
delincuencia organizada, se presentó una denuncia contra Gutiérrez y otros
funcionarios del comité directivo del PRI en el D.F. que entra en el tipo
delictivo de trata de personas, la cual se persigue con el mismo rigor que las
bandas de narcotráfico o de secuestradores.
Por omisión
Ciertamente el PRI tiene responsabilidad
por omisión. Por comodidad política o por conveniencia, se dejaron pasar
situaciones que hubieran ameritado, al menos, una investigación interna. Ahora,
ni el PRI ni el gobierno priista pueden darse el lujo de permitir que el paso
del tiempo sepulte las denuncias presentadas ante tan lamentables hechos. Deben
llegar hasta sus últimas consecuencias. Sin embargo, en este delicado trance
puede encontrar el PRI en el Distrito Federal una oportunidad para
reconstruirse desde las raíces, con nuevos y más frescos liderazgos, que
representen auténticamente a la ciudadanía de la capital del país.
Ojalá el sentido de urgencia invada a
César Camacho y que las autoridades responsables de investigar los hechos,
tanto federales como locales, del PRI y del PRD, actúen con prontitud y
diligencia y que las mujeres víctimas reciban justicia. Cuauhtémoc Gutiérrez
fue funcional al PRD y al PRI en la ciudad de México; por eso fue tolerado y
quizá, apoyado. Ya no más.- Mérida, Yucatán.