Modernización de la 60 Norte

Dulce María Sauri Riancho
Hay muchos y delicados temas para comentar al cierre de la primera quincena de 2015, como la violencia desbordada en Michoacán o la incertidumbre que acompaña la elaboración de las leyes reglamentarias de las numerosas reformas constitucionales del año pasado, entre las que destacan, además de la energética, la de transparencia y acceso a la información pública gubernamental. Cualquiera de estos tópicos merecería reflexión conjunta con ustedes, amigos lectores. Sin embargo, seleccioné para esta ocasión algo aparentemente de repercusiones estrictamente locales, como es una obra en proceso: la modernización de la calle 60 Norte.

Soy vecina de Chuburná. Desde hace varias semanas hemos experimentado las consecuencias de la dotación de concreto hidráulico para esta importante vialidad del norte de Mérida. En estos momentos es el proyecto más visible del actual Ayuntamiento, por lo que su planeación, su ritmo de ejecución y su realización mucho pueden mostrar sobre la calidad de la administración pública en general.

Despacito, a ritmo de “pasito tun tun”, avanza esta emblemática obra. Nadie esperaría que una rehabilitación de esta envergadura estuviera exenta de problemas de tráfico y vialidad en una zona que concentra toda clase de servicios. Sin embargo, las previsiones y, sobre todo, la coordinación entre los responsables de amortiguar los efectos sobre el tráfico de vehículos han dejado mucho que desear. La jurisdicción de la Policía de Tránsito Municipal concluye en Santa Ana; lo demás se encuentra a cargo de la SSP, que no parece haber cerrado filas con las autoridades municipales para facilitar el paso hacia Francisco de Montejo o para utilizar la Avenida Campestre en forma eficaz como vía alterna. Los semáforos siguen inmutables con sus tiempos habituales de cambio de luces, a pesar de la intensificación del tráfico vehicular en las hasta hace poco tranquilas calles del área. En las escuelas, a vuelta de vacaciones, las madres de familia han visto incrementadas las dificultades cotidianas para llevar y recoger a sus hijos, en tanto que los estudiantes de los centros de educación superior tienen que sufrir por las desviaciones y alteraciones de las rutas del transporte público. En cuanto a los comercios, uno de ellos logró que se postergara el cierre del tramo frente a su establecimiento hasta después de las fiestas navideñas, pero ahora se encuentra literalmente sitiado. Otros, más desafortunados por encontrarse cerca de donde se construye la nueva glorieta, seguirán perdiendo clientela si no logran convencerla de que acuda a sus sucursales de otros rumbos de la ciudad. En cuanto a los más pequeños, el cierre temporal puede volverse definitivo.

La 60 Norte es una avenida de dos cuerpos en esta parte. La obra actual sólo interviene el costado oriente y una pequeña porción del poniente. Eso significa que algún día, quizá cercano, las dificultades narradas volverán, sólo que su causa serán las obras del otro lado. Desconocemos cómo fue concebido el proyecto. Tampoco se ha informado con precisión del tiempo que tardará su construcción y si ya cuenta el Cabildo con los recursos necesarios para concluir esa obra, pero completa, esto es, considerando guarniciones, paraderos, reforestación y jardinería, carril para ciclistas y banquetas.

La ciudad de México ha experimentado en años recientes grandes obras de construcción, entre las que destacan las rutas del Metrobús, muchos kilómetros de ciclopistas y los segundos pisos. Allá se trabaja de noche exclusivamente. Es más costoso, sí, pero permite afectar lo menos posible a la ya de por sí problemática vida de los capitalinos. ¿Por qué no se plantea lo mismo en Mérida? Desde luego, requiere una mejor organización, quizá un poco más de presupuesto, pero a cambio se evitarían pérdidas económicas en los negocios y, lo más valioso, el tiempo de miles de personas que en vehículos de su propiedad o en el transporte público transitan a sus casas, trabajo o escuela.


Por otra parte, la modernización de la calle 60 Norte es una oportunidad. Para el Ayuntamiento, de demostrar cómo se realiza integralmente un proyecto de vialidad, que atiende las necesidades de los automotores pero también de otras alternativas de movilidad. Hasta ahora, el proyecto parece desarticulado, incompleto y, para colmo, “chop”, porque nada se ha dicho de su otro cuerpo. Para la SSP es un excelente momento para revisar la ingeniería de tránsito de toda la zona, incluyendo Chuburná y sus estrechas calles, pensando en facilitarle la vida a los conductores y a los transeúntes, y no en echar leña al fuego de las autoridades municipales. Y para los ciudadanos, el proyecto de la 60 es oportunidad de solicitar información sobre formas, plazos y tiempos de ejecución. Sería un buen ejercicio cívico que nos prepare como sociedad para la que parece emblemática e inevitable obra del sexenio 2012-2018: el Tren Transpeninsular. Por lo pronto, el próximo domingo escucharemos con atención lo que el gobernador Zapata Bello tenga que decirle a los yucatecos sobre la inminente aprobación de un proyecto que absorberá buena parte del presupuesto federal de muchos años para Yucatán, y que hoy todavía se encuentra sumido en las brumas de la opacidad gubernamental.- Mérida, Yucatán.

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