Reforma fiscal 2014, aprobada, en espera de sus efectos
Dulce María Sauri Riancho
Con la puntualidad de la temporada de
huracanes, los vendavales de principio de sexenio una vez más azotaron las
discusiones sobre el “paquete económico”. La misma tormenta política que rodeó
el frustrado intento de gravar a los alimentos y medicinas del principio de
Fox, que finalmente quedó en un impuesto especial a las telecomunicaciones. El
ciclón del IDE (impuesto para depósitos en efectivo) y el IETU de Calderón, que
se volvieron un aumento de la tasa general del IVA de 15% a 16%, además del
incremento periódico del precio de las gasolinas. Ahora, en el turno de Peña
Nieto, las medidas fueron desde el aumento del impuesto sobre la renta para los
que más ganan, hasta la propuesta de gravar adicionalmente a los refrescos
azucarados, pasando por la homologación del IVA en las fronteras, además de
aplicarlo en las colegiaturas, entre otras cuestiones.
En las Cámaras legislativas se dice que
una iniciativa entra como león y sale como gatito, para significar los cambios
que los parlamentarios realizan al tratar de acordar entre las distintas
fuerzas políticas. Este caso no fue la excepción: la propuesta inicial del
presidente Peña Nieto sufrió importantes modificaciones, las más conocidas: la
marcha atrás en la pretensión de gravar colegiaturas y la determinación de
poner un impuesto especial a los alimentos considerados “chatarra” por su alto
contenido calórico. Es decir, los sabrosos pastelitos, helados, churrumaiz y
cheetos, ahora pagarán por engordar a quienes los consuman.
De nuevo, las cámaras empresariales
amagan con la interposición de amparos contra las determinaciones del Congreso
en materia fiscal, tal como lo hicieron contra el IDE y el IETU, por citar los
más recientes. No importa que en ocasiones anteriores el Poder Judicial los
haya rechazado, basándose en el artículo 31 de la Constitución que establece
que todos tenemos la obligación de contribuir para los gastos públicos, “de
manera proporcional y equitativa”.
Hasta aquí nos podría embargar una
sensación de deja vu, como si lo que presenciamos en estos días ya lo
hubiéramos vivido en ocasiones anteriores. Sin embargo, veamos las diferencias,
muchas y muy sensibles, que se han mostrado en las últimas semanas. Hubo un
abierto cuestionamiento a la propuesta presidencial. Sin subterfugios ni medias
palabras, diversos grupos de interés se manifestaron en los medios de
comunicación para expresar sus puntos de vista sobre el impuesto a los
refrescos y el cambio de régimen fiscal para la industria maquiladora de
exportación. Los fabricantes de pasteles y dulces, así como productos con alto
contenido calórico, fueron sorprendidos por un impuesto de última hora,
destinado a compensar la recaudación perdida al eliminar otros gravámenes y a
poner, ahora sí, un IVA disfrazado al sector “impresentable” de los alimentos.
En los estados de la frontera norte y en Quintana Roo, la medida de homologar
su IVA de 11% con el 16% que pagamos los demás provocó sentimientos de
preocupación y frustración por las promesas de campaña que consideraron
burladas e incumplidas. Los otrora aliados de las organizaciones empresariales
se expresaron con claridad y contundencia: no estaban de acuerdo con la
propuesta presidencial por considerarla riesgosa para la estabilidad
macroeconómica y para el empleo. Pretendieron -vanamente en la mayoría de los
casos- que los legisladores la modificaran.
Una vez aprobadas las reformas fiscales
tal parece que ha entrado una especie de silencio en el campo de batalla en que
se habían convertido las páginas de los periódicos y algunos noticiarios de la
radio. Habrá quien recuerde el viejo refrán de “palo dado, ni Dios lo quita”,
lo cual implica resignación y rápido acomodo a las nuevas circunstancias. En
los próximos días conoceremos las propuestas de la industria refresquera para
reducir el tamaño de sus envases, aumentar sus líneas de productos de dieta
endulzados con aspartame o estevia. Los pastelitos se adelgazarán, los helados
se harán chiquitos, todo con tal de volver al redil de la “tasa cero”. Y si no
se puede, ¡a subir los precios!
Sólo la cosecha de recaudación le dirá
a Hacienda si valió la pena el “gatito” fiscal en que quedó transformado el
poderoso “león” de su propuesta. Irritó a muchos; preocupó a todos. Ahora,
veamos si las veladas amenazas de pérdida de competitividad para invertir en
México no se traducen en la reubicación de plantas industriales ¡a los Estados
Unidos! Si los anuncios para instalar otras armadoras de vehículos se hacen
válidos, pero ¡en Brasil! Si las maquiladoras de exportación de la frontera
norte no acaban deslocalizándose, es decir, trasladándose a otros territorios
de América, en este retorno de China del cual supuestamente nuestro país podría
ser el principal beneficiado. Nuestro vecino del norte se ha propuesto iniciar
una nueva etapa de reindustrialización para reconducir su desarrollo económico.
Nos guste o no, los norteamericanos generalmente logran lo que se proponen como
sociedad. Y este “paquete económico” puede ayudarlos a ellos a abonar el camino
de retorno de aquellas plantas que se habían ubicado en territorio mexicano.
Pero ¿cómo quedó la percepción de las
grandes capas medias de la sociedad, aquellas que se sintieron amenazadas por
el IVA en las colegiaturas, las que se asumen perjudicadas por el incremento
del ISR, al ser causantes cautivos? ¿Y qué habrá pasado con los 500 grupos
empresariales que utilizaban la consolidación fiscal para diferir o de plano no
pagarle al fisco? ¿Habrán quedado conformes con su transformación en algo
parecido, aunque un poco menos favorable? Las gasolinas seguirán subiendo
periódicamente, mucho más que la propuesta inicial del presidente. Los grupos
populares resentirán los efectos de las alzas en transporte, alimentos y
medicinas.
En 1995, las reformas fiscales que
aprobó la mayoría del PRI en el Congreso permitieron salvar la grave
contingencia económica, pero electoralmente tuvieron un elevado costo para el
partido. Su primer efecto se resintió en 1997, cuando perdió la mayoría en la
Cámara de Diputados y tres años después la Presidencia de la República.
Entonces, fueron las clases medias agraviadas las que generaron las condiciones
para el triunfo de Acción Nacional. Ese mismo importante segmento de la
sociedad estará muy pendiente de las acciones del gobierno en los próximos
meses con los recursos que habrá de recibir. Veremos si el enojo y el rechazo
de ahora se transforman en apoyo una vez que logre la acción gubernamental
demostrar los benéficos efectos de la reforma en el empleo y la vida de las
familias mexicanas. Al tiempo…- Mérida, Yucatán.