Dobles remolques y la vida humana

Dulce María Sauri Riancho
Amanecía en San Pedro Xalostoc, una población cercana al Distrito Federal, cuando una enorme explosión hizo saltar de la cama a los vecinos. Una bola de fuego recorrió las casas más cercanas al lugar del impacto, matando a 24 personas, entre niños y adultos, y dejando lesionadas a más de 100. Resulta que un camión había perdido uno de sus dos remolques que transportaban gas. Desprendido de su “madrina”, el enorme cilindro giró hasta impactarse del lado contrario de la carretera, y como si fuera una gigantesca bomba voladora, explotó arrasando todo en un amplio radio del modesto poblado.
En los siguientes días las autoridades responsables de comunicaciones y transportes del país dieron números alarmantes sobre los accidentes acontecidos a los camiones de “doble remolque” en las carreteras, así como también de las colisiones en que estuvieron involucrados vehículos que transportaban material peligroso o tóxico.
¿Quién no ha visto circulando por las carreteras yucatecas a esos “ferrocarriles sin vías” que son los “doble-remolque”? Hasta hace poco tiempo, transitar de Mérida a Campeche era una pesadilla por el número de camiones que forman parte importante del flujo vehicular cotidiano. La gran diferencia es que estas “bestias de la carretera” conviven con autos familiares de todo tipo a los cuales con excesiva frecuencia “ni los ven, ni los oyen”, sólo los hacen a un lado del camino, si bien les va.
El periódico “Reforma” publicó hace unos días que entre 2008 y 2012, 142 personas murieron en accidentes en que estuvieron implicados camiones de doble remolque. En esta lista de horror destaca el fallecimiento de 44 trabajadores agrícolas que iban como pasajeros de un autobús en Veracruz en abril de 2012, luego de que el remolque de un tráiler se desprendió y lo impactó. Unos días antes habían fallecido seis estudiantes de la UNAM en viaje de prácticas, en un accidente muy parecido, en la carretera México-Toluca. El recuento consigna más de 20 accidentes en el lapso descrito, que comienza justamente cuando las autoridades de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes emitieron la NOM-012, que regula las dimensiones y peso de los transportes de carga y que avaló este tipo de vehículos, prohibidos, por cierto, en la mayor parte del mundo. Las causas de los accidentes con protagonistas “doble-remolque” son muy variadas: choques frontales en carreteras de doble sentido (¿qué hacían allí?), alcances, volcaduras, pérdida de frenos o pérdida del control de la unidad por parte del chofer, por lo cual se “colea” e impacta a otros vehículos.
En cuanto al transporte de material peligroso, es decir, líquidos tóxicos como ácidos o gases, existen protocolos para realizarlos: peso máximo, tipo de camión, obligación de hacerlo por autopista, etcétera. Sin embargo, estos vehículos han estado involucrados en 1,200 colisiones entre 2006 y 2009, con un saldo de casi 200 personas fallecidas.
Después de esta terrible descripción, una pregunta salta de inmediato: ¿por qué no han intervenido las autoridades y prohibido tajantemente este tipo de transporte? Hay varias posibles respuestas, la principal de ellas tiene que ver con los costos. Ante la decadencia de los ferrocarriles surgió una extensa red de transporte por carretera; casi todo hasta la fecha se mueve por vías terrestres. Y mientras más grandes sean los contenedores, menos costos implican para los concesionarios transportistas. No importa que deterioren las autopistas por su peso; si lo dudan, vean el lamentable estado en que se encuentra el tramo Paso del Toro-Coatzacoalcos-Villahermosa, por ejemplo. Tampoco si son carreteras de dos carriles, inseguras para ellos pero mortales para los demás.
Me parece escuchar los argumentos de quienes se oponen a cambiar el actual estado de cosas: si retiran los dobles remolques van a subir los precios de los productos porque el transporte será más caro; además, habrá desabasto. Otros, ante la amenaza, estarán pensando en ampararse contra cualquier cambio en las reglas que perjudique sus intereses: si ya compraron los camiones e hicieron la inversión, ¿cómo les van a prohibir utilizarlos? Los más avezados en los vericuetos de la política, estarán aconsejando a los dueños de tractocamiones que esperen a que el tiempo vuelva a tender una manta de olvido en la memoria de la gente. No hace poco sucedió: después de dos accidentes muy comentados la SCT solicitó un artículo transitorio en la NOM 012 para suspender el tránsito de los “doble remolque”. Poco duró, pues la misma autoridad unos meses después, solicitó su derogación. Lo mismo ocurrió con la prohibición a este tipo de fletes durante los períodos vacacionales.
En estos días está finalizando la elaboración del Plan Nacional de Desarrollo 2012-2018. Reducir los costos de transporte y aumentar su calidad son cuestiones torales para el crecimiento económico. El ferrocarril y el transporte marítimo tienen un papel fundamental, junto con el transporte aéreo. Pero los dos primeros son los que pueden trasladar grandes volúmenes de carga a precios bajos y con mayor seguridad que los convoyes terrestres. Hay que decirlo fuerte: ¡exigimos que prohíban los “doble remolque”! Si tienen que utilizarse, que sólo circulen en las autopistas. Eso sí: de manera alguna se autorice que las sustancias peligrosas vayan en estos gigantescos monstruos que tantas vidas humanas han trozado.- Mérida, Yucatán.

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