Los retos de 2012. Amenazas y oportunidades para Yucatán

Dulce María Sauri Riancho

Transcurre la última semana del año. Turbulencias económicas han afectado severamente a las regiones más desarrolladas del mundo y en México la violencia del crimen organizado deja todos los días su caudal de muertos en distintas regiones del país. La incertidumbre ante el futuro se acrecienta por los pronósticos catastrofistas que una vez más le ponen fecha al fin de la humanidad: 21 de diciembre de 2012.

Comencé semanas atrás a hacer una exposición sobre la llamada "matriz FODA" para Yucatán. Habrá quien considere poco útil la realización de un ejercicio de esta naturaleza, ante la necesidad de comentar las urgencias cotidianas y las muestras patentes de incapacidades y excesos de las autoridades gubernamentales. Sin embargo, sólo las perspectivas de carácter general pueden delinear el rumbo de la sociedad, sin las cuales seguiremos "dando tumbos" y sin resolver los problemas profundos que nos aquejan.

En el FODA yucateco repasamos las fortalezas y las debilidades. Quedaron pendientes las amenazas y las oportunidades. El próximo cambio de gobierno -federal, estatal- causa sentimientos encontrados en amplio sector de la ciudadanía; por una parte, la esperanza del relevo de las personas, que quienes lleguen sean mejores -o menos malos- que quienes se van; y por otra, el escepticismo de una sociedad defraudada en sus expectativas, que ya no cree ni en "la paz de los sepulcros" de las promesas de los políticos, porque al fin y al cabo, "todo sigue igual".

Y ésta es quizá la mayor amenaza para el desarrollo futuro de Yucatán: creer que todo puede mantenerse sin cambios, por la fuerza de la costumbre. Que la economía seguirá creciendo lentamente, aunque no ofrezca empleos dignos ni remuneración adecuada, sin base real de sustentación en las actividades productivas, sino en la especulación de tierras. Que los recursos naturales de la entidad, en particular el agua, seguirán a disposición, sin cuidarlos y preservarlos de la contaminación. Que la ausencia de operaciones visibles del crimen organizado se mantendrá; que la pobreza y la desigualdad en que viven miles de familias yucatecas no tendrán consecuencias sobre el conjunto social. Que podemos permanecer en el mismo lugar, mientras el mundo a nuestro alrededor se transforma.

El reto principal es sacudirnos la inercia y abandonar la plácida condición de lamentos que no se traducen en esfuerzos para cambiar. Las oportunidades están al alcance de esta generación de yucatecos. En la era de la globalización económica, la experiencia histórica de participación en los mercados mundiales a partir del henequén puede ser capitalizada, a partir de una renovación de la cultura empresarial de los emprendedores, mujeres y hombres de diferentes trayectorias y generaciones. Somos herederos de aquellos hombres que supieron dar soluciones imaginativas al reto de producir y desfibrar millones de pencas; que construyeron un puerto -Progreso- para exportar su producto; que no se inhibieron ante el Congreso norteamericano cuando se trató de defender al henequén de una acusación de monopolio.

La imaginación y la audacia persisten. Aún tenemos la oportunidad de pensar en grande, de evitar que Yucatán se quede a la zaga de las regiones más desarrolladas del país, añorando tiempos de pasadas glorias, en vez de acometer las transformaciones profundas que necesitamos.

Dos grandes oportunidades se abren ante nosotros al inicio de la segunda década del siglo XXI. El más valioso recurso natural para el mundo de este milenio es el agua para beber, bien escaso en muchas partes del orbe y abundante en el subsuelo yucateco. El "oro azul", cuidado y explotado responsablemente, puede convertirse en fuente de riqueza.

La otra oportunidad está vinculada a la situación geográfica del estado de Yucatán, que le otorga ventajas comparativas para su participación en los flujos de mercancías entre el norte y el sur del continente americano e, incluso, con otras regiones más distantes como Europa. No se trata del puerto de altura, sino del aire, de los cielos yucatecos abiertos casi todo el año al tráfico aéreo; de los dos aeropuertos -Mérida y Kaua, en particular este último-, que tienen capacidad para el manejo de grandes volúmenes de carga. Si en el marco de la Alianza para la Seguridad y Prosperidad de América del Norte (ASPAN) se planteara un proyecto de este tipo, Yucatán podría quedar como un "hub" (concentrador), enchufe continental de carga aérea, lo que introduciría al estado en una nueva dinámica de prestación de servicios de "nueva generación", asociado al sistema de distribución e intercambio de mercancías a escala mundial.

2012 trae consigo la renovación de las autoridades, federales y estatales. Es también una oportunidad para reconstruir la autoridad moral de quienes nos gobiernan, seriamente menguada por los excesos de los actuales funcionarios. Ya se registran atisbos de involucramiento de la sociedad en el quehacer del gobierno, en la exigencia para la rendición de cuentas: hay que fortalecerlos. Como ciudadanos, esto nos lleva a replantear nuestro papel. Ello implica abandonar el silencio cómplice y temeroso, preservador del statu quo, y cambiarlo por una alerta permanente sobre los asuntos públicos, que motive una participación creciente de la sociedad en las cuestiones que nos involucran a todos. ¡Feliz 2012!- Mérida, Yucatán.

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