La gran diferencia entre ganar o perder
Procesos internos municipales: ¡mucho ojo!
Dulce María Sauri Riancho
Fue en las elecciones de 2007, cuando ganó la gubernatura Ivonne Ortega, la última ocasión en que el proceso estatal estuvo separado de las elecciones federales. El Congreso del Estado en 2006, anticipándose a la determinación que habría de adoptar su homólogo federal más de un año después, definió que desde 2012 los procesos electorales local y federal se celebrarían en una misma fecha, el primer domingo de julio de cada tres años.
Estamos ante un escenario inédito, sin antecedentes que permitan pronosticar el comportamiento de los ciudadanos y de las autoridades electorales que, aunque concurrirán a las urnas y organizarán los procesos, tendrán responsabilidades separadas. Por ejemplo, ese domingo 1 de julio se instalarán ¡dos mesas de votación en cada casilla!, una por cada elección; además de los funcionarios, cada una de ellas tendrá representantes de cada partido. Esto implica un gentío sólo en lo que atañe a la instancia encargada de recoger los votos de los ciudadanos.
Claro que todo esto pudo haberse evitado si el Ipepac (Instituto de Procedimientos Electorales y Participación Ciudadana) hubiese suscrito un convenio con el IFE (Instituto Federal Electoral) antes del 1 de septiembre, como prevé la Ley, para que este último se hiciese cargo de organizar todo el proceso simultáneamente, sin limitarse tan sólo a proveer las listas nominales de electores para la contienda local. Pero parece que las autoridades del Ipepac no se sienten cómodas con el Consejo estatal del IFE que está formado por connotadas personalidades de trayectoria independiente de los partidos políticos y, por lo tanto, difícil de controlar.
Lo cierto es que a partir del 1 de diciembre, fecha en que comienza el proceso electoral local (el federal se inició desde el 8 de octubre), los funcionarios electorales y los partidos políticos comenzarán formalmente los trabajos para tener a punto la estructura y la organización -en el caso del Ipepac-; y los partidos, a sus candidatos y su maquinaria política.
Por influencia de los medios y por conveniencia de las "cúpulas" partidistas, hasta ahora la atención ciudadana ha estado puesta en los aspirantes a las candidaturas a la Presidencia de la República y al gobierno de Yucatán. Casi nada se ha reparado en los municipios y las pugnas políticas que de tiempo atrás mantienen los interesados en las presidencias de los ayuntamientos que también se votarán.
En los 106 municipios se vive una gran efervescencia previa a las postulaciones. Los partidos políticos con mayor presencia en el estado -PRI y PAN- tienen varios meses ocupados en la "auscultación", para tratar de reconocer a la persona -hombre o mujer- que pueda garantizarle un triunfo en las urnas. Saben bien que un error de apreciación o una imposición que elimine a un posible ganador es veneno puro que puede costarles el triunfo en el municipio y quizá en el mismo distrito electoral, cuando se trata de los ayuntamientos que "pesan" por su nutrido padrón de votantes.
En tanto, los aspirantes a presidir los ayuntamientos 2012-2015 salen casi hasta debajo de las piedras. Algunos realizan sus propios cálculos políticos: hay que intentar ser candidato a la presidencia municipal para alcanzar, al menos, una regiduría. Otros más están convencidos de que si no son postulados por su partido podrán obtener registro de otra organización política, más pequeña o débil a nivel estatal, pero con la suficiente fuerza para imponerse en el municipio si lleva un candidato o candidata de arraigo, además víctima de su partido de origen. Atrás quedaron los tiempos en que un aspirante marginado se quedaba a rumiar su desgracia, en espera de que los tres años transcurrieran rápidamente para intentarlo de nuevo.
Es una incógnita lo que sucederá con la concurrencia de las elecciones locales y federales. Se dice que si la campaña presidencial es muy fuerte y su candidato muy atractivo (como fue el caso de Fox en 2000) arrastrará al triunfo a los candidatos locales de su mismo partido, sin importar demasiado su propia influencia. Pero también hay experiencias en sentido contrario. Cuando se encadenan las malas decisiones a nivel municipal con candidaturas débiles al gobierno del Estado pueden precipitar la derrota del mismo candidato a la Presidencia de la República, al menos en ese municipio y hasta en la misma entidad federativa. Y como cada voto cuenta, como lo vimos en 2006, ya podemos imaginar la importancia de un proceso interno exitoso para postular a esos aspirantes a ganar al frente de las planillas de los 106 ayuntamientos.
En conclusión, ni el PRI ni el PAN pueden menospreciar el valor político de ningún municipio, así sea de los más pequeños. Tal vez en esas urnas esté la diferencia entre ganar o perder la gubernatura del Estado y en rendirle buenas o malas cuentas al candidato o candidata a la Presidencia de la República. ¡Mucho ojo!- Mérida, Yucatán.