La glorieta de la Paz, en una encrucijada

El sábado pasado una manta cubrió la glorieta de la Paz en la prolongación del Paseo de Montejo. Decía: "Todos somos vecinos". Se trataba de subrayar el carácter ciudadano de la manifestación de cientos de personas que desafiaron la copiosa lluvia que caía a esa hora. Pero también significaba algo más allá de la colonia México, del Circuito Colonias y sus grandes árboles; era la expresión de que todos los habitantes de Mérida compartimos un espacio y un tiempo únicos, que hace que lo bueno que sucede sea para todos y que las malas decisiones de hoy afecten la convivencia y la calidad de vida de todos.

El "movimiento de la glorieta de la Paz", como lo podemos bautizar, es asimismo una expresión que involucra al conjunto social yucateco. Creo que este rechazo a la pretensión de las autoridades de construir la obra del "paso deprimido" se hubiera manifestado cualquiera que fuese el origen partidista del Ayuntamiento. Si es el PAN o si es el PRI, para los ciudadanos que se han expresado resulta poco significativo. Lo que se observa y vive con preocupación es la actitud de la administración municipal de llevar adelante una obra cuestionada. Distintas organizaciones sociales han planteado su punto de vista: la minoría que incluye a la Cámara de la Industria de la Construcción, a favor; la mayoría, que suma al Plan Estratégico de Mérida y al Colegio de Arquitectos, lo ha hecho en contra.

Sólo hay un precedente cercano de movilización de empresarios, profesionales y ciudadanos sobre un plan que afecta a la ciudad de Mérida. Me refiero a Metropolisur, el megaproyecto urbano elaborado por la administración estatal pasada. El gobernador Patrón Laviada se empleó "a fondo", acudió a las cámaras empresariales a exponer un conjunto de siete proyectos que incluía el museo de la cultura maya y la reubicación del aeropuerto de Mérida hacia Tetiz. El Congreso del Estado, con una precaria mayoría del PAN, convocó a una serie de reuniones de análisis sobre la propuesta del Ejecutivo, que incluía la solicitud de autorización para contratar una línea de crédito por mil millones de pesos. La discusión fue amplia, intensa, en algunos momentos, apasionada. Nadie objetó seis proyectos, pero el séptimo, que era el eje del conjunto, la reubicación del aeropuerto y la utilización de sus terrenos para construir viviendas y de sus pistas cruzadas como avenidas, fue severamente cuestionado. El Congreso local rechazó la solicitud de crédito-puente del Ejecutivo, que requería de esos recursos para comenzar las obras en tanto se vendían las instalaciones y los terrenos del aeropuerto. En consecuencia, Metropolisur no se llevó adelante.

Este episodio mostró la intensa vitalidad de las organizaciones sociales y los colegios de profesionales en los temas que involucran el desarrollo del estado. Sin embargo, la participación de la ciudadanía, la que no pertenece a una agrupación o a algún partido político ha sido mucho más intensa en el caso de la glorieta de la Paz.

La presidenta municipal de Mérida, Angélica Araujo, rinde hoy su primer informe de los dos que le corresponden al actual Ayuntamiento. Es la primera arquitecta que funge como alcaldesa de Mérida. De entrada, su formación profesional propicia imaginar una ciudad armoniosa, que conserve y consolide la calidad de vida de sus habitantes. En este sentido, los resultados de la primera mitad de su gobierno no han sido precisamente afortunados; las principales propuestas de campaña para la modernización sustentable del municipio no se han concretado o han caído en la improvisación y el inmediatismo, como parece haber sucedido en el caso de la glorieta de la Paz.

La disyuntiva que se presenta ante Angélica Araujo está entre continuar con los trámites para realizar el cuestionado "paso deprimido" del Paseo de Montejo o cancelar la licitación y replantear el proyecto, asumiéndolo como parte de un amplio programa de vialidad y transporte del municipio de Mérida, sumando así la enorme energía social que se ha manifestado.

A la vez, la alcaldesa está en una encrucijada, un punto en que se cruzan los caminos de un estilo autoritario, que confunde el ejercicio de la autoridad con la imposición de ideas, de soluciones, de personas, y otro: el estilo de quien ejerce el mando porque tiene el consenso social, que lo mantiene e incrementa con su apertura a la participación de la sociedad a la cual representa y sirve. ¿Qué camino tomará Angélica Araujo: el del autoritarismo, con sus aplaudidores que cesarán de batir las manos cuando se acabe el presupuesto, o la difícil senda de construir soluciones con todos, porque a todos compete decidir el futuro de Mérida?

No puedo pronosticar qué decidirá la alcaldesa de Mérida, pero sí transmitirle una vivencia: lo más valioso de una autoridad que ha ejercido un cargo público cuando termina su mandato es convivir con quienes una vez gobernó, ir al cine o al supermercado, al restaurante o a la escuela de los hijos, al parque o a la iglesia, y ser aceptado como uno más, alguien que fue funcionario por un tiempo, pero que siempre es respetado por haberle cumplido a sus conciudadanos.- Mérida, Yucatán.

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