El Poder Ejecutivo Federal, a la mitad del camino

Columna editorial publicada el día de hoy en el Diario de Yucatán
Dulce María Sauri Riancho

Anticipado por su partida hacia Estoril, Portugal, donde se celebra la XIX Cumbre Iberoamericana, se realizó el evento conmemorativo de los primeros tres años en la Presidencia de Felipe Calderón.

Se presentó un balance de lo realizado, desde la perspectiva del Ejecutivo Federal; la forma en que ha enfrentado la crisis, el crecimiento de la inseguridad, los resultados en el combate a la pobreza, entre otros temas. También se recuperaron los compromisos enunciados el 2 de septiembre, que habían quedado rezagados por el debate del paquete económico 2010. Las reuniones de evaluación de la primera mitad de gobierno durante años marcaron el cenit del poder presidencial. Realizada la elección intermedia, el presidente iniciaba el complejo proceso de preparar su propia sucesión.

Nada ni nadie parecía perturbar el rumbo del país.

Esos tiempos pasaron y no volverán. La pluralidad política y las condiciones sociales marcan un nuevo e incierto rumbo. Ahora, la Presidencia está limitada en su actuación por los otros poderes.

No obstante los profundos cambios que ha vivido nuestro sistema político, la figura presidencial sigue siendo de la mayor relevancia, y su fortaleza, condición indispensable para detonar las transformaciones que el país necesita. Por eso, la confianza ciudadana en el presidente y en su capacidad son, hoy, claves para la gobernabilidad.

Felipe Calderón llegó con un déficit de legitimidad. Los cuestionamientos sobre el resultado electoral aún prevalecen entre grupos ciudadanos. Eso ha hecho todavía más difícil el ejercicio del cargo en medio de una situación económica inédita. Por eso es importante reconocer los sentimientos ciudadanos sobre la política, los políticos y particularmente, la institución presidencial.

Pero ¿cómo perciben las personas “comunes y corrientes”, quienes no están involucrados en la política partidista ni en el gobierno la actuación del presidente? ¿Qué esperan para su futuro? No creo equivocarme si respondo que la incertidumbre y la preocupación se ciernen sobre muchos hogares donde el gasto alcanza cada vez menos, el jefe o la jefa de familia ha perdido el empleo o el hijo que está a punto de concluir la universidad no tiene perspectiva de trabajo.

Encuestas de opinión pública arrojan alguna luz sobre los sentimientos de los mexicanos. Casi la mitad piensa que el país está peor que hace tres años, cuando inició Felipe Calderón su gobierno. La mayoría está insatisfecha con el manejo de la economía y de las consecuencias de la crisis. Más significativa es la respuesta acerca de la conducción del país: 2 de cada 3 personas opinaron que al presidente se le está saliendo de control, que no tiene bien sujetas las riendas.

2010 no será un año fácil en lo económico, tampoco en lo político. A pesar de los augurios optimistas sobre el final de la crisis, el desempleo y el incremento de los precios dominarán por varios meses; los lentos avances pueden verse perdidos por incidentes internacionales como la moratoria de pagos del otrora multimillonario Dubai. Sin embargo, la esperanza no la perdemos: las mismas encuestas señalan que cuatro de cada diez personas sienten que Felipe Calderón va a gobernar mejor en los siguientes tres años, frente a tres de esas mismas diez que creen que lo hará peor.

Al menos por unas semanas, concedo el beneficio de la espera de resultados al presidente respecto a sus compromisos de reforma económica, regulatoria y en materia de telecomunicaciones. Pero muy particularmente, sobre los mecanismos de participación ciudadana, como el referéndum y la posibilidad de candidaturas independientes. Me reservo mi confianza en la reforma fiscal integral y en la reelección consecutiva de legisladores y presidentes municipales. En el primer caso —reforma de ingresos, gasto y deuda pública— porque podemos organizar grandes convenciones hacendarias, como la del 2003, presentar conclusiones y después, archivarlas todas. En el segundo —la reelección—, porque si es una medida aislada, desvinculada de una reforma política integral que le otorgue mayor poder a la sociedad, solamente entronizará a los personeros de los poderes fácticos, esos que ahora se esfuerzan cada tres años para llevarlos al Congreso y que si prospera la reforma, ya ni siquiera tendrían que hacer eso: habría “pase automático”.— Mérida, Yucatán

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