¿Qué tanto es tantito?
Columna publicada en el Diario de Yucatán el día 14 de octubre, Dulce María.
¿Cuál es el límite entre la tolerancia y la permisividad? ¿Entre los acuerdos y la placidez del “dejar hacer, dejar pasar”? ¿Entre la flexibilidad y el acomodo? La sabiduría del pueblo ha forjado dichos que nos acercan de manera sencilla a estos dilemas: “No hagas cosas buenas que parezcan malas” y otro, quizá menos conocido pero que refleja la evasiva ante la necesidad de tomar decisiones, aquellas de “blanco o negro”: “¿Qué tanto es tantito”? Dos acontecimientos recientes vienen a mi memoria para ejemplificar el conjunto de percepciones y sentimientos de sectores de la sociedad respecto a sus autoridades y a las decisiones que han tomado: uno, la grabación del capítulo final de “Sortilegio” en la Catedral; y, dos, la campaña contra el cáncer de mama en las mujeres bajo el imperativo de “Tócate”.
Iglesia o “set”. Hace algunos años, el Arzobispado definió que la ceremonia del Sacramento del Matrimonio y la misa correspondiente sólo podía celebrarse en iglesias y parroquias. Fue entendible este acto de autoridad para evitar la desviación que se había vuelto costumbre de buscar locaciones con criterios escenográficos o llevados por el propósito de “ser distintos”.
Por eso me llamó sobremanera la atención que los responsables de la iglesia Catedral hayan concedido el permiso para simular una boda entre los protagonistas de una telenovela. Ya ha habido reportajes que consignan las secuelas de volver a la Catedral un gigantesco set de televisión. No abundaré en los detalles. Se degradó un espacio simbólico, de gran importancia para la grey católica, y se banalizó un rito al abrir las Puertas del Perdón por las llamadas del rating.
Recurrí a la memoria de algunas octogenarias preguntándoles sobre las bodas celebradas con la apertura de las puertas simbólicas en el edificio más importante para los católicos: alguna recordó la boda Patrón-Juanes, hace más de 60 años. Y nada más.
La Catedral es importante para todos los yucatecos, católicos o no católicos. Me pregunto: ante la capacidad profesional de los productores y técnicos de Televisa, ¿no habría sido posible recrear los elementos del Altar Mayor en un estudio? Entiendo y acepto que en la ilusión de las imágenes, el Palacio de Gobierno se haya convertido en la procuraduría o la cárcel donde estuvo recluida María José; pero, ¿la Catedral como escenario real de una boda irreal y por razones estrictamente comerciales? No sólo se trata de recoger las colillas y la basura acumulada o de reparar las verjas caídas, eso fue fácil. Lo más delicado es restañar los sentimientos de afrenta a los valores, de agresión a un símbolo con la autorización de la autoridad eclesial.
¿Publicidad?, “en ningún caso”. La campaña “Tócate” contra el cáncer de mama que asuela a las mujeres forma parte de una intensa movilización social para crear conciencia de esta grave amenaza a la salud y a la vida de millones; las formas de procurar un diagnóstico temprano que permita mejores condiciones para combatirlo, de la creación de una amplia red para realizar en forma fácil y barata (o gratis) las mamografías, la disposición de hospitales para realizar oportunamente las intervenciones y brindar tratamiento.
En Yucatán la publicidad en torno a este fundamental propósito —salvar la vida de miles de yucatecas— se ha centrado en un conjunto de mujeres con distintas actividades, por las que son reconocidas, sean estas empresariales o altruistas. También aparecen mujeres conocidas por campañas electorales y por su participación en el Poder Legislativo. Asimismo, aparece la imagen de la gobernadora.
Entiendo la idea que llevó a los publicistas a utilizar la imagen de estas relevantes mujeres a fin de motivar a muchas otras a practicarse los análisis para prevenir y detectar el cáncer de mama. Pero las mujeres que atienden un cargo de representación ciudadana están impedidas de realizar campañas publicitarias, así sea por razones altruistas.
En 2007 fue reformada la Constitución Federal en su artículo 134 para introducir la prohibición expresa que a la letra dice: “... En ningún caso esta propaganda incluirá nombres, imágenes, voces o símbolos que impliquen promoción personalizada de cualquier servidor público...”. La Constitución no hace excepciones ante posibles razones altruistas. Es clara, contundente: “En ningún caso”.
¡Claro que podríamos cerrar los ojos ante esta violación constitucional por parte de las servidoras públicas! Argumentar que la nobleza de la causa se antepone al respeto a la ley.
Los dos ejemplos —Catedral y “Tócate”— están soportados por buenos propósitos. ¿Debiéramos transigir, dejar pasar con las buenas razones y por las buenas intenciones? No debemos olvidar que de tantito en tantito también se desmantelan las instituciones y las bases que tenemos para creer y confiar en ellas. Por eso, preguntémonos: ¿qué tanto es tantito? Rectificación. En el artículo pasado afirmé que estaba pendiente la legislación sobre el acceso de las mujeres a una vida libre de violencia. Me equivoqué. Desde marzo de 2008 está vigente la Ley y desde junio de ese año, su reglamento.— Mérida, Yucatán.
¿Cuál es el límite entre la tolerancia y la permisividad? ¿Entre los acuerdos y la placidez del “dejar hacer, dejar pasar”? ¿Entre la flexibilidad y el acomodo? La sabiduría del pueblo ha forjado dichos que nos acercan de manera sencilla a estos dilemas: “No hagas cosas buenas que parezcan malas” y otro, quizá menos conocido pero que refleja la evasiva ante la necesidad de tomar decisiones, aquellas de “blanco o negro”: “¿Qué tanto es tantito”? Dos acontecimientos recientes vienen a mi memoria para ejemplificar el conjunto de percepciones y sentimientos de sectores de la sociedad respecto a sus autoridades y a las decisiones que han tomado: uno, la grabación del capítulo final de “Sortilegio” en la Catedral; y, dos, la campaña contra el cáncer de mama en las mujeres bajo el imperativo de “Tócate”.
Iglesia o “set”. Hace algunos años, el Arzobispado definió que la ceremonia del Sacramento del Matrimonio y la misa correspondiente sólo podía celebrarse en iglesias y parroquias. Fue entendible este acto de autoridad para evitar la desviación que se había vuelto costumbre de buscar locaciones con criterios escenográficos o llevados por el propósito de “ser distintos”.
Por eso me llamó sobremanera la atención que los responsables de la iglesia Catedral hayan concedido el permiso para simular una boda entre los protagonistas de una telenovela. Ya ha habido reportajes que consignan las secuelas de volver a la Catedral un gigantesco set de televisión. No abundaré en los detalles. Se degradó un espacio simbólico, de gran importancia para la grey católica, y se banalizó un rito al abrir las Puertas del Perdón por las llamadas del rating.
Recurrí a la memoria de algunas octogenarias preguntándoles sobre las bodas celebradas con la apertura de las puertas simbólicas en el edificio más importante para los católicos: alguna recordó la boda Patrón-Juanes, hace más de 60 años. Y nada más.
La Catedral es importante para todos los yucatecos, católicos o no católicos. Me pregunto: ante la capacidad profesional de los productores y técnicos de Televisa, ¿no habría sido posible recrear los elementos del Altar Mayor en un estudio? Entiendo y acepto que en la ilusión de las imágenes, el Palacio de Gobierno se haya convertido en la procuraduría o la cárcel donde estuvo recluida María José; pero, ¿la Catedral como escenario real de una boda irreal y por razones estrictamente comerciales? No sólo se trata de recoger las colillas y la basura acumulada o de reparar las verjas caídas, eso fue fácil. Lo más delicado es restañar los sentimientos de afrenta a los valores, de agresión a un símbolo con la autorización de la autoridad eclesial.
¿Publicidad?, “en ningún caso”. La campaña “Tócate” contra el cáncer de mama que asuela a las mujeres forma parte de una intensa movilización social para crear conciencia de esta grave amenaza a la salud y a la vida de millones; las formas de procurar un diagnóstico temprano que permita mejores condiciones para combatirlo, de la creación de una amplia red para realizar en forma fácil y barata (o gratis) las mamografías, la disposición de hospitales para realizar oportunamente las intervenciones y brindar tratamiento.
En Yucatán la publicidad en torno a este fundamental propósito —salvar la vida de miles de yucatecas— se ha centrado en un conjunto de mujeres con distintas actividades, por las que son reconocidas, sean estas empresariales o altruistas. También aparecen mujeres conocidas por campañas electorales y por su participación en el Poder Legislativo. Asimismo, aparece la imagen de la gobernadora.
Entiendo la idea que llevó a los publicistas a utilizar la imagen de estas relevantes mujeres a fin de motivar a muchas otras a practicarse los análisis para prevenir y detectar el cáncer de mama. Pero las mujeres que atienden un cargo de representación ciudadana están impedidas de realizar campañas publicitarias, así sea por razones altruistas.
En 2007 fue reformada la Constitución Federal en su artículo 134 para introducir la prohibición expresa que a la letra dice: “... En ningún caso esta propaganda incluirá nombres, imágenes, voces o símbolos que impliquen promoción personalizada de cualquier servidor público...”. La Constitución no hace excepciones ante posibles razones altruistas. Es clara, contundente: “En ningún caso”.
¡Claro que podríamos cerrar los ojos ante esta violación constitucional por parte de las servidoras públicas! Argumentar que la nobleza de la causa se antepone al respeto a la ley.
Los dos ejemplos —Catedral y “Tócate”— están soportados por buenos propósitos. ¿Debiéramos transigir, dejar pasar con las buenas razones y por las buenas intenciones? No debemos olvidar que de tantito en tantito también se desmantelan las instituciones y las bases que tenemos para creer y confiar en ellas. Por eso, preguntémonos: ¿qué tanto es tantito? Rectificación. En el artículo pasado afirmé que estaba pendiente la legislación sobre el acceso de las mujeres a una vida libre de violencia. Me equivoqué. Desde marzo de 2008 está vigente la Ley y desde junio de ese año, su reglamento.— Mérida, Yucatán.