Vieja virtud: "Veo, oigo y ¿callo?
La libertad de expresión Dulce María Sauri Riancho En la educación de las jóvenes y las niñas del siglo pasado la discreción era una virtud que se enseñaba con la conocida frase: "ver, oír y callar". El simbolismo era muy claro: a pesar de conocer o de enterarse de determinado acontecimiento que afectase de alguna manera su vida y su pensamiento, el silencio era la única forma de cumplir con el papel de obediencia y subordinación que la sociedad asignaba a las mujeres. Algo semejante sucede con la libertad de expresión. La principal diferencia estriba en que ahora se trata de los dos sexos, mujeres y hombres; que quien aconseja o impone callar no es la abuelita, no son las costumbres y las tradiciones, sino la fuerza del poder que se concentra en el Estado, en el gobierno o en algunos grupos con suficiente capacidad para pasar por encima de las leyes y obligar a personas, a medios de comunicación, a cerrar la boca. Imaginemos a la Libertad como un músculo que