Entradas

Mostrando entradas de agosto, 2015

Devaluar y depreciar. Los efectos del dólar caro

Imagen
Dulce María Sauri Riancho Devaluación y depreciación: conceptos parecidos, pero que no son lo mismo. Devaluar es un acto de gobierno; depreciar, una situación de mercado. Sutilezas aparte, vale preguntar quién gana y quién pierde con la depreciación del peso frente al dólar americano. La lista de los perdedores es larga. Comencemos con quienes pertenecen a una generación ya casi desaparecida: los que eran jóvenes aquella primavera de 1954 cuando de manera sorpresiva, en plena Semana Mayor, el gobierno federal anunció la devaluación de nuestra moneda, que pasó de 8.65 a 12.50 pesos por dólar. Desde entonces, cada Semana Santa rondaba el fantasma de la devaluación. Después de esa fecha grabada con hierro candente en la memoria colectiva de la época, se dio inicio a la etapa conocida como “desarrollo estabilizador”, por la que México fue reconocido internacionalmente como un auténtico y sostenido “milagro económico” que se prolongó 22 años. Fue otra devaluación, anunciada

Relevos partidistas: Anticipados, remisos, a tiempo

Dulce María Sauri Riancho Reza un refrán atribuido a Miguel de Cervantes: “el tonto sabe más en su casa que el sabio en la ajena”. Si tomara el consejo al pie de la letra, difícilmente podría compartir con ustedes, amigos lectores, algunas reflexiones sobre los relevos en la dirigencia de los tres grandes partidos nacionales. Sin embargo, lo hago con la tranquilidad y el compromiso de analizar lo que sucede en el interior de las distintas denominaciones partidistas porque son “entidades de interés público”, tal como los define nuestra Carta Magna. La Constitución nos concede el derecho de conocer, indagar y criticar a los partidos políticos, tengamos o no militancia en alguno de ellos. Incluso, podemos considerar que este ejercicio es una responsabilidad ciudadana para mejorar la calidad de la democracia en México, aunque sea la indiferencia o el franco rechazo los sentimientos que predominan cuando se abordan estos temas. Como si se hubiesen puesto de acuerdo, PAN, PRI y PR

Carreteras del Norte. Vivir con miedo...

Dulce María Sauri Riancho ¿Cómo se vive con miedo? En los últimos ocho días tuve una pequeña muestra en la visita que realicé a Nuevo León y Tamaulipas. ¡Escribe sobre los caminos, Tita!, me dijeron mis nietas mientras comíamos el lunes pasado en Tampico. “El tema de los partidos puede esperar”, añadió mi hija. Me convencieron las tres, pues compartían conmigo sus experiencias del mes de vacaciones en el estado donde las niñas nacieron y que tuvieron que abandonar cuando la violencia se acrecentó hace cinco años. A partir de entonces, miles de tamaulipecos han emigrado a otras partes del país y a las ciudades norteamericanas de la frontera, como McAllen y Brownsville. Pero millones, imposibilitados de trasladarse a otros sitios, han sobrevivido cambiando hábitos y costumbres, y adquiriendo otros que les permiten realizar algunas actividades que de otra manera les estarían vedadas por los delincuentes o por el temor de volverse sus víctimas. Emprendí viaje hacia Monterrey en una

Publicidad y hostigamiento

Dulce María Sauri Riancho 33 4777 2240. Este número telefónico —con clave Lada que corresponde a Guadalajara— ha aparecido en numerosas ocasiones en el identificador de llamadas de mi celular. Parte de nuestra familia reside en esa hermosa ciudad del occidente de México, por lo que cuando provienen de allá, invariablemente respondo. ¡Craso error! Por si no fuera demasiado, desactivado el celular, timbra el teléfono fijo de mi domicilio: Enfrascada en la tarea de redacción del borrador de mi tesis doctoral, contesto uno a continuación del otro. Mismo mensaje, pero preguntan por todos los nombres de mujeres y hombres que puedan ustedes imaginarse. Sin caer en el garlito de brindar mis datos, reitero atenta súplica de no ser molestada; que ese teléfono no es ni de fulanita ni de fulanito; que, aunque sé que no es culpa de la o el joven que hace la llamada, le pido encarecidamente que la anomalía sea corregida. Hasta el momento, palabras vanas ante la dictadura del servidor informático