Televisores y elecciones. Sombras del apagón

Dulce María Sauri Riancho
“Apagón”. Esa palabra provoca de inmediato las imágenes de oscuridad que se presentan cuando se va la energía eléctrica del sistema, sobre todo cuando es de noche. Pero cuando el concepto va acompañado de “analógico”, causa confusión adicional. Tiene que ver con la televisión abierta, sus canales y los aparatos que permiten disfrutarla.

Desde hace más de 10 años, en 2004, el gobierno federal anunció la modernización de las telecomunicaciones del país para hacer un uso más eficiente del “espectro radioeléctrico”, es decir, de digitalizar los canales donde se transmiten voz, imagen y datos para los teléfonos, televisiones, computadoras, entre otros. Quizá un ejemplo permitiría explicar la pertinencia de esta transformación. Es como si tuviéramos la autopista a Cancún pero sólo dispusiéramos de carretas tiradas por caballos para trasladarnos. Llegaríamos, sí, pero en mucho más tiempo que las tres horas que empleamos en los vehículos de motor. Lo mismo pasa con las señales de la llamada “televisión abierta”, que ocupan una gran parte de las modernas “carreteras de la información”, cuando son emitidas de la manera tradicional, es decir, analógica. Si cambia la tecnología, el equivalente de pasar de la carreta al automotor, se podrían enviar por ese mismo “camino” señales de teléfono, de televisión y de internet, todo al mismo tiempo y de mucha mayor calidad de imagen y sonido de la que ahora disponemos. Una probadita de estas “novedades” la tenemos en las empresas de cable que ofrecen también telefonía fija e internet, junto con la televisión restringida e, incluso, telefonía celular. Suena muy bien, sin duda, porque además supuestamente llevaría a abaratar el costo por estos servicios, al incrementarse la competencia entre los concesionarios que los ofrecen.

La digitalización que permite alcanzar estos altos estándares de calidad y la disminución de los precios requiere una alta inversión para la sustitución de los equipos que emiten las señales que deben ser captadas por los receptores, que tendrán que ser cambiados también. El problema no se presenta en los teléfonos, ni fijos ni celulares, ni en internet, porque desde hace años se ofrecen los servicios digitales en equipos que pueden recibir la señal. El obstáculo principal está en la televisión abierta, que emite todos aquellos canales que podemos disfrutar con sólo adquirir el aparato y poniéndole una antena, así sea de “conejo”. A cambio, eso sí, tenemos que soportar toda clase de comerciales que acompañan los programas que nos interesan.

Las empresas televisoras privadas, Televisa y TV Azteca, por ejemplo, y públicas, como el canal 13 local, tendrán que sustituir todos sus equipos de transmisión para emitir las nuevas señales digitales. Las empresas privadas han comenzado desde hace un buen número de años a realizar las inversiones necesarias para el gran cambio. Las cadenas públicas de televisión están sufriendo por restricciones presupuestales e incomprensión de sus propietarios, los gobiernos. (Por cierto, ¿cómo le irá a la televisión estatal de Yucatán?). Pero también está la situación de los particulares, de las familias que han logrado hacerse de un aparato de televisión que les proporciona entretenimiento e información con sólo pagar la electricidad. A partir del “apagón analógico”, sus televisores dejarán de funcionar, no habrá imagen, sólo nieve y ruidos, tal como sucedió anteriormente con los radios AM que no podían captar las estaciones de FM. Pero si un aparato nuevo, de los que sí pueden captar la señal digital, cuesta al menos, cinco mil pesos, ¿cuántos y quiénes podrán comprarlo?


El asunto es tan importante que ameritó la publicación en el Diario Oficial de la Federación (DOF) del 13 de mayo del año pasado el Programa de Trabajo para la Transición a la Televisión Digital Terrestre (TDT). En su anexo 8 presenta un “Cronograma de entregas por municipio”, en el que establece el calendario para que se distribuyan más de 15 millones de televisores digitales entre un número equivalente de hogares (15.3 millones) que sólo tienen aparatos analógicos. ¡Imagínense, amigos lectores! Llegará un televisor gratis a casi la mitad de los hogares en todo el país, antes del 31 de diciembre de este año. La base para la distribución de tan preciado bien está en los listados de hogares en pobreza de la Sedesol, que son casi 13 millones (12.6). Comenzaron desde el año pasado; de acuerdo con el calendario, el último reparto del primer grupo se debe dar este mes de enero en el centro del país (Estado de México, Distrito Federal, Michoacán, Guerrero y otras varias entidades). Después, se suspenderá por las campañas electorales, para reanudarse en agosto en el resto del país. Yucatán está incluido en este último grupo. Aquí se distribuirán doscientos mil aparatos digitales en igual número de hogares. Los padrones de la Sedesol federal determinarán a quiénes de los 106 municipios les corresponderán. La magnitud del esfuerzo fiscal es enorme: se calcula el costo de adquisición de todos los televisores a repartirse en el país en más de 29 mil millones de pesos. Con unas finanzas públicas maltrechas, veremos cuál será la estrategia gubernamental para cumplir puntualmente este propósito. Lo cierto es que, como hecho inédito en un proceso electoral, la esperanza de recibir un televisor penderá sobre campañas, candidatos y decisiones de voto. En unos casos (los menos), porque ya se recibió. En otros, por la simple percepción de que si gana el PRI, llegarán y si no, quién sabe…- Mérida, Yucatán.

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