Electricidad y Pemex. Luz en tiempos del Covid


Dulce María Sauri Riancho
En estos días de encierro ha subido la demanda de electricidad en los hogares, pero ha bajado drásticamente en los comercios y en las fábricas. Los recibos del más reciente bimestre reflejan el aumento del consumo experimentado en el periodo de confinamiento. Aún así, no hay explicación ante sumas al doble o triple de lo pagado a principio de año.

Es sobradamente conocido que el precio del barril de petróleo en el mundo cayó tan bajo que hubo días en que se le tenía que pagar al comprador para que se lo llevara. También sabemos que el gas natural ha mantenido precios reducidos. Las gasolinas también cuestan menos. Entonces, ¿qué pasa con las tarifas eléctricas, que suben, en vez de bajar?

Permítanme, amig@s lector@s, un intento de explicación. La energía que consumimos se genera principalmente a partir de plantas termoeléctricas, que “queman” gas natural, combustóleo (conocido como “chapopote”), carbón o diésel.

El sistema nacional de electricidad recibe, también, energía de las centrales hidroeléctricas, como las de Malpaso, Chiapas, la nuclear de Laguna Verde, un poco de geotermia, y un porcentaje todavía pequeño, pero creciente, de energía proveniente de los parques eólicos y solares.

Las primeras fuentes, provenientes de combustibles fósiles acumulados durante millones de años, se tienden a agotar, además que contaminan el ambiente. En cambio, las denominadas “energías renovables”, pueden ser utilizadas indefinidamente, ya que son generadas por el sol y el viento. ¿Recuerdan las veletas del horizonte meridano? El aire que hacía girar sus aspas extraía mecánicamente el agua que se aprovechaba en casas y solares.

Desde 2015, las autoridades del sector concedieron permisos a inversionistas privados para instalar parques en distintas partes del territorio nacional. Yucatán, con excelente exposición solar y buen viento en su costa, recibió más de 20 concesiones para que la energía generada se entregara a la CFE. Más barata, desde luego, que la de las termoeléctricas.

Las energías renovables -llamadas también “limpias” porque son las que menos contaminan- se volvieron una verdadera opción para que Yucatán tuviera electricidad para los hogares y las empresas al mismo precio que otras partes del país. Esta buena noticia se sumó al compromiso de conectar el gasoducto Mayakán con la red surtida por el gasoducto submarino que corre del sur de Texas hasta Tuxpan, Veracruz. ¡Gas barato para alimentar las tres termoeléctricas yucatecas y electricidad a buen precio proveniente de los parques eólicos y solares!

“Ahora sí -decíamos- no habrá pretexto para mantener altas las tarifas de electricidad en la Península”. Pero “el gozo se fue al pozo”.

Con la pandemia del Covid como pretexto por haber disminuido la demanda comercial de electricidad, la CFE cambió de la noche a la mañana su política nacional de suministro de energía y decidió privilegiar a las viejas termoeléctricas que funcionan con combustóleo, el más caro y contaminante de todos.
 
Además, el Centro Nacional de Control de Energía (Cenace), encargado de hacer la “mezcla” con el fluido procedente de distintas partes u orígenes, anunció que dejaría de “despachar” la que proviene de los parques eólicos y solares. Por si no fuera suficiente, les anunció a todos aquellos que estaban en vísperas de entrar en operación, que ni lo intentaran, porque no se les daría permiso para entregar su energía al sistema nacional. Un retroceso de 50 años, a los tiempos cuando sólo se disponía de carbón o chapopote para generar electricidad.

¿Quiénes resultan perjudicados con esta decisión? Ni duda cabe: las y los usuarios de energía eléctrica, que la reciben mucho más cara y contaminante. Tal pareciera que la CFE, el Cenace, la Comisión Reguladora de Energía (CRE), y la Secretaría de Energía perdieron el juicio ante tamaño despropósito.

No es así, sino que decidieron comprarle a Pemex sus enormes existencias de combustóleo. ¿Recuerdan las plantas desfibradoras de henequén? Las más antiguas, cuando raspaban las hojas, producían gran cantidad de bagazo; en cambio, las más nuevas como las de Desfiyusa, tenían un sistema para ajustar las cuchillas que permitía minimizar el desperdicio.

Algo similar sucede con la producción de gasolinas. De seis refinerías que tiene Pemex en el país, tres de ellas no tienen coquizadora, cuya operación permite minimizar la obtención de combustóleo al producir gasolina.

Debido a esta carencia, mientras más petróleo refina Pemex, más combustóleo caro y contaminante obtiene.

El mercado del combustóleo de Pemex estaba conformado, en una parte importante, por barcos cargueros y cruceros turísticos que surcan los océanos; otro tanto iba a países de Centroamérica y, cada vez menos, a la CFE.

Todo cambió el 1º de enero de este año, cuando entró en vigor la prohibición internacional de utilizar este tipo de combustóleo para mover embarcaciones y los países centroamericanos disminuyeron sus adquisiciones porque han avanzado aceleradamente en la generación de energías renovables.

La decisión más sencilla para ayudar a Pemex fue “torcerle” el brazo a la CFE para ¿obligarla? a violar la Ley desplazando al gas natural y a las energías limpias para utilizar combustóleo en sus plantas termoeléctricas.

Estas decisiones afectan severamente el futuro de México en un mundo dominado ya por las energías renovables. Y no hablemos de los compromisos internacionales sobre cambio climático, incumplidos por esta política miope e inmediatista.

Salvar a Pemex no puede implicar el sacrificio de la economía de millones de familias en aras de una política energética desfasada en el tiempo. Sí es posible producir electricidad limpia y barata, los hechos lo demuestran.

La demanda es sencilla: revisen y cambien su política; Pemex en sus refinerías, Cenace en sus “mezclas” y que la CFE haga su trabajo.

Por cierto, urge el protocolo de actuación de CFE ante la pandemia. ¡Alto a los cortes de luz! Si en Tabasco, hace años numerosas personas dejaron de pagar la electricidad y la CFE no realiza cortes, ¿podemos ser tod@s Tabasco? Al menos, durante la emergencia sanitaria.— Ciudad de México.

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