Seguridad e identidad. Salvaguardia en el Siglo XXI


Dulce María Sauri Riancho
La semana pasada asistí al foro Seguridad Nacional de México en el umbral del siglo XXI, organizado por la comisión de Defensa Nacional de la Cámara de Diputados. Las preocupaciones en torno a este tipo de asuntos parecen muy lejanas de la vida cotidiana de la mayoría de las personas, pues tienen que ver con los objetivos y las estrategias para preservar el territorio, proteger a la población y mantener a nuestro país como nación soberana.
Apenas en 2005 se aprobó la primera legislación en la materia que, por cierto, permaneció intocada por 14 años, hasta que se modificó para añadir “con calzador” a la defraudación fiscal como una amenaza —la número 13 del listado— a la seguridad nacional, junto con el terrorismo, las pandemias y otras cuestiones de la mayor gravedad.

Fue, sin embargo, un cuarto componente de la seguridad nacional el que llamó poderosamente mi atención al ser considerado como característico del siglo XXI. Me refiero a la Identidad nacional, fincada en los recursos intangibles de los que dispone una sociedad, esos que permiten a un pueblo mantenerse y actuar de manera cohesionada porque se comparten valores, tradiciones y costumbres. En las denominadas “guerras de 5ª generación” se emplean armas basadas en las nuevas tecnologías para adueñarse del ciberespacio y tratar de vulnerar la voluntad del enemigo sembrando miedo y zozobra entre su población.

Desde este enfoque, el patrimonio cultural de una sociedad se transforma en la mejor protección contra esos intereses geopolíticos. En el caso de México, no son sólo los monumentos y vestigios arqueológicos de los que nos sentimos sobradamente orgullosos, sino también otros tesoros que, por formar parte de la vida diaria, tendemos a olvidar o a no apreciar en su justa dimensión. Por ejemplo, la gastronomía mexicana forma parte del patrimonio de la humanidad, una vez que la Unesco le concedió ese importante reconocimiento mundial. La pluralidad lingüística, con 68 idiomas y dialectos de los pueblos y comunidades indígenas, son otro elemento clave de la identidad nacional.

Lengua, costumbres y tradiciones son relevantes no sólo para la población originaria sino también para la sociedad en su conjunto porque contribuyen a reforzar la identidad y la cohesión social.

Por todas estas razones, un evento organizado por la Universidad Autónoma de Yucatán en el marco de su 98 aniversario, fue más allá de ser una interesante velada cultural realizada en el Teatro Peón Contreras. “Áak´abil k´ay” (Cantos Nocturnos) estuvo dedicado a la “Saayab K´a´ajsajil” (Memoria Inagotable). El recital literario-musical combinó danza regional ejecutada por la compañía “Yucatán en Movimiento”, acompañada por el quinteto de cuerdas “Gustavo Río”, con la voz de excelencia de la soprano solista Mariana Echeverría. Los poemas de Briceida Cuevas, Daniel May y Wildernaín Villegas se entrelazaron con la música y la danza. Cantos y textos poéticos en esa noche mágica, todos fueron presentados en el idioma maya, con la consiguiente traducción para quienes no lo hablamos. La Fundación UADY, conjuntamente con la Unidad de Proyectos Sociales, organizaron y promovieron este evento en el marco del Día Internacional de la Lengua Materna, celebrado el 21 de febrero pasado.

Durante varias décadas, el idioma maya sufrió los embates de una falsa modernización que exigía su abandono para poderse incorporar a un supuesto desarrollo. Al menos dos generaciones de familias maya-hablantes evitaron que las hijas e hijos hablaran la lengua materna porque consideraban que hacerlo se traducía en una gran desventaja social, que se sumaba a la pobreza de una inmensa mayoría. Afortunadamente, este proceso comienza a revertirse. La decisión de introducir la enseñanza del maya en las escuelas de educación básica del estado fortalecerá su arraigo social. Todavía se puede ir más lejos en el reconocimiento de la pluralidad lingüística de Yucatán. Si en el marco del artículo 2º de la Constitución de la república, Yucatán declara al maya como idioma oficial junto con el castellano, esto llevaría a que todos los trámites del gobierno pudieran realizarse indistintamente en una u otra lengua; se traduciría que todas las señalizaciones, letreros e instructivos del gobierno estatal también tendrían que estar formulados en maya y castellano. Al principio, sin dudas, numerosas personas no entenderíamos aún las más sencillas indicaciones, pero muy pronto, especialmente entre los más jóvenes, el maya adquiriría la indispensable presencia cotidiana para fortalecerlo por la vía de su uso en el habla diaria.

Fortalecer el idioma del pueblo que originalmente ocupó las tierras peninsulares es una de las posibles aportaciones de Yucatán a la estrategia de seguridad nacional en la tercera década del siglo XXI. Las manifestaciones culturales como la gastronomía, la música y la danza tradicional yucateca —al menos desde el siglo XIX—como es la jarana, son nuestro sello de identidad; es lo que nos permite transitar sin extraviarnos en medio de los cambios que vive la sociedad como consecuencia de la inmigración de familias procedentes de otros estados del país y del extranjero.

Ellas y ellos, igual a quienes nacimos en esta tierra, hacen suyas nuestras tradiciones y costumbres. A la vez, nosotros aprendemos a degustar su comida, conocemos sus danzas venidas de otras latitudes de nuestra patria. La seguridad descansa en la cohesión social: no lo olvidemos.

P.D. “9 de marzo, nadie se mueve”. Un día sin mujeres y niñas, de eso se trata. No es asueto, es mostrar presencia a través de la ausencia. Mi nieta de 11 años se lo explicó a su papá con estas sencillas palabras: “no voy a ir a la escuela porque a las niñas las están lastimando, y yo no quiero que eso pase”.


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