Riesgos para Yucatán. Tropiezos y caídas


Dulce María Sauri Riancho
Los primeros seis meses de gobierno del presidente López Obrador no han sido del todo favorables para Yucatán. Diversos acontecimientos y decisiones adoptadas desde la esfera federal están impactando en el desarrollo presente y futuro de sus habitantes. Acciones u omisiones, apuntan resultados adversos para la dinámica económica y para la misma organización social yucateca. Habrá quien considere que exagero, que esta apreciación proviene de una actitud política hacia quien fue adversario electoral y que logró imponerse por más de 30 millones de votos. Concédanme, amig@s lector@s, el beneficio de la duda antes de condenarme a la caldera donde se cocinan quienes opinan diferente a la 4T. Daré argumentos para avalar mi aseveración, que tiene el propósito de preocupar a quienes podemos y debemos incidir en las decisiones que atañen a nuestra tierra. Jerarquicé mis preocupaciones en tres apartados, aparentemente de índole económica dos de ellos, pero con profunda repercusión social si llegan a materializarse.

Cancelación de la Zona Económica Especial (ZEE) de Progreso. El gobierno federal anunció la cancelación de las ZEE, proyectos que perseguìan la industrialización y el desarrollo tecnológico en el sur-sureste de México. La respuesta del gobernador Vila contempla un cambio de nombre: Polo Tecnológico de Bienestar (PTB), que pretende recuperar las acciones más relevantes que le daban características exclusivas a la ZEE progreseña. “Blanco o negro, lo importante es que el gato cace ratones”, decía Deng Xiao Ping, jerarca chino que implantó el modelo de las zonas económicas especiales en la China comunista. Llámese como se llame, el proyecto progreseño deberá conservar el tratamiento fiscal de excepción tanto para los gravámenes federales como estatales y municipales. Y lo más importante: la “ventanilla única” de trámites para las empresas que se instalen en el recinto del PTB. Entonces, ¿por qué me preocupo? La pieza angular del proyecto es el cumplimiento federal. Y no se percibe especialmente entusiasmado. Poco o nada ha dicho la secretaría de Hacienda; tampoco Economía se ha manifestado. Y el Conacyt, con el Parque Científico y Tecnológico, ha hecho caso omiso a la gran infraestructura de investigación y académica que le daría sentido al PTB. Mi percepción va en el sentido de que, para el gobierno federal, Industrialización, Innovación, Desarrollo Científico y Tecnológico no le corresponden a Yucatán en el reparto nacional del trabajo y del crecimiento económico que ellos han decidido. Los próximos meses serán cruciales para conocer el destino de la más ambiciosa propuesta de desarrollo del presente siglo.

Anulación de proyecto para aumentar suministro de gas natural. Apenas el sábado pasado se dio a conocer que el gobierno federal había cancelado un contrato crucial para aumentar el suministro de gas natural a la Península. Para Yucatán, no se trata solamente del combustible menos contaminante y costoso para las turbinas de la CFE. También son las empresas cuyos procesos industriales competitivos dependen de energía de menor precio. Tal parece que el gigantesco gasoducto submarino que cruza el Golfo de México desde el sur de Texas hasta Veracruz llevará gas natural para las empresas del centro y norte del país. Yucatán no aparece en el mapa de las prioridades energéticas ni industriales del gobierno federal. Tampoco en este asunto se tomaron en cuenta las demandas del estado ni el justo reclamo de un trato equitativo con otras regiones del país.

Conflicto de límites. Desde tiempos de la Colonia y hasta la primera mitad del siglo XIX, la Península fue una sola unidad administrativa: capitanía general, intendencia, estado de la federación. Campeche fue segregado en 1857, aunque no se formalizó su constitución como entidad hasta diez años después, en 1867. Y en noviembre de 1902 Yucatán sufrió un nuevo desmembramiento al formarse el territorio federal de Quintana Roo. Entre 1915 y 1935, en dos ocasiones fue reintegrado el territorio quintanarroense a Yucatán, hasta que el presidente Lázaro Cárdenas le restituyó su carácter federal de manera definitiva. De los casi 140,000 km2 que abarca el territorio peninsular, Campeche es la entidad más extensa (41%); le sigue Quintana Roo, erigido en estado en 1974 (30%). A la entidad “madre”, Yucatán, le quedaron modestos 39,612 km2 (29%). Sucesivos conflictos, incluyendo la fijación del célebre Punto PUT (punto de unificación territorial), han pretendido reducir aún más la superficie yucateca. Menudearon los problemas entre Campeche y Quintana Roo, con Yucatán como tercero perjudicado en las últimas décadas del siglo pasado y en un litigio que se creía resuelto, apenas en 2017. Ahora, el Congreso de Quintana Roo revive el añejo problema, al definir su territorio incluyendo una franja que va desde Chemax hasta Tekax y Peto. Cada constitución estatal puede definir su territorio; por ejemplo, la yucateca abarca hasta el arrecife Los Alacranes (art. 14). El problema se genera cuando se pretende realizar actos de autoridad en el territorio del vecino, como elección de autoridades, inversiones, o sumar su población para las participaciones en ingresos federales. Entonces comienza el litigio. De manera alguna podemos darnos el lujo de menospreciar la determinación del Congreso quintanarroense, mismo que se renovará tras las elecciones del próximo 2 de junio. De nuevo, como lo hicieron en ocasiones anteriores, los tres poderes de Yucatán deberán interponer una controversia constitucional ante la Suprema Corte de Justicia, tal como ordena el artículo 46 constitucional, si es que no se llega a un “convenio amistoso”, con la aprobación de la Cámara de Senadores.

Territorio amenazado, gas natural regateado, polo tecnológico dudoso: ¿malos pronósticos? No se trata de envolvernos en la retórica del regionalismo, pero tampoco de evadir una realidad. Ellos, los de fuera, no conocen ni aquilatan la capacidad de una economía y una sociedad que supieron desatar el yugo henequenero que los ahorcaba. Y reconvertirse en el polo más dinámico y diversificado de la región sur-sureste de México.— Mérida, Yucatán

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