Trump y López Obrador. Semejanzas 2019


Dulce María Sauri Riancho
Donald Trump y Andrés Manuel López Obrador se parecen. No es una afirmación novedosa. En múltiples ocasiones se ha resaltado la semejanza de su conducta antisistema, su terquedad que raya en lo necio y su capacidad para darle la vuelta a circunstancias claramente desfavorables para su causa. En esta primera colaboración del año quisiera resaltar, amig@s lector@s, el común interés de los presidentes de México y Estados Unidos por la construcción de grandes obras, aun con el riesgo de poner en jaque a sus respectivos gobiernos.
Imagen: fortune.com
Donald Trump prefiere paralizar a la administración federal estadounidense que aceptar la negativa por parte de su Congreso de dotarlo de recursos suficientes para construir el muro en 3,180 kilómetros de frontera con México. López Obrador optó por cancelar la obra del nuevo aeropuerto de la ciudad de México en Texcoco, aun a costa de lastimar seriamente las finanzas gubernamentales y las opciones de grandes inversiones para el futuro. ¿Tozudez, visión o capricho? Cuando la necedad se eleva a virtud del mandatario, el diálogo se antoja imposible y los riesgos para todos se elevan considerablemente. Comencemos con el muro fronterizo.

Abrimos 2019 con la persistente amenaza de Trump de cerrar la frontera entre México y Estados Unidos. No importa que sea el cruce más importante del mundo, tanto en número de personas como de mercancías. Tampoco es relevante para el presidente de los Estados Unidos que la procedencia de los migrantes sea mayormente Centroamérica. Por cierto, es interesante destacar que la migración mexicana se ha reducido significativamente, en parte porque durante los últimos años la economía del país creció en forma constante y las oportunidades laborales, aunque insuficientes, se abrieron para millones de jóvenes. En forma atinada, la nueva administración lopezobradorista planteó la necesidad de impulsar un programa de apoyo a los tres países centroamericanos de donde procede el mayor número de migrantes. Guatemala, Salvador y Honduras entrarían en una especie de “Plan Marshall”, con fondos aportados por Estados Unidos y por México, para crear empleo productivo y mejores condiciones de vida en su lugar de origen. Esas son, sin lugar a dudas, buenas intenciones. Pero la realidad del muro obliga a mirar el “otro lado”.

El nuevo gobierno mexicano ha emprendido la construcción de un “muro virtual” en la frontera norte a través de una política fiscal de estímulos a los 43 municipios colindantes con Estados Unidos. El sábado anterior, el presidente López Obrador firmó el decreto por el cual a partir del 1 de enero en la franja fronteriza solo se pagará 8% de IVA, en vez de 16%; el Impuesto sobre la Renta (ISR) será de 20% en lugar de 30%; las gasolinas y la electricidad costarán lo mismo que en el país vecino y el salario mínimo será el doble que en el resto de México. Sin decirlo expresamente, con estos elementos el gobierno federal contribuye a la retención de la migración, sea nacional o centroamericana, en territorio mexicano. Trump tenía razón: de una u otra manera, las y los mexicanos acabamos pagando por su muro, en este caso, por el sacrificio fiscal que significará dejar de recaudar impuestos, que se calcula que asciendan entre 42,000 (secretario de Hacienda, Carlos Urzúa) y 120,000 millones de pesos (analistas fiscales). El efecto del “muro virtual” alcanzará a todos los municipios y estados “no fronterizos”, que verán menguada la parte de sus ingresos destinados a aliviar la congoja del presidente de los Estados Unidos. En el caso de México, no son rejas ni bloques de concreto, sino estímulos y concesiones tributarias las que supuestamente detendrán el flujo de personas hacia el territorio estadounidense. En tanto, quienes vivimos lejos de las fronteras terrestres con la Unión Americana, recibimos un trato inequitativo, que solo acentuará la desigualdad y las diferencias entre regiones prósperas y regiones rezagadas del desarrollo.

Por lo pronto, cada vez que pagues el IVA recuerda que en el norte de México alguien lo hace a la mitad. Lo mismo cuando llenes tu tanque de gasolina. Por cierto, firmar el decreto en Monterrey fue rudeza innecesaria, pues solo un municipio de Nuevo León, Anáhuac, donde se encuentra Colombia, queda comprendido dentro de los 43 favorecidos con el tratamiento fiscal de excepción. De la frontera sur, Quintana Roo incluido, mejor ni hablamos.

En México, se canceló cualquier posibilidad de llevar adelante el nuevo aeropuerto de Texcoco. Miles de millones de pesos enterrados. Una obra con ingeniería de vanguardia, miles de empleos, sucumbieron a la determinación caprichosa de su cancelación. Santa Lucía continuará como base militar con operaciones civiles. El aeropuerto de Ciudad de México se mantendrá saturado y riesgoso. Y el país perderá irremisiblemente la oportunidad de conformar un gran centro aeroportuario de impacto en Latinoamérica y el sur de los Estados Unidos. Panamá, Miami, Houston, Los Ángeles y Atlanta pueden respirar tranquilos. La tozudez ¿terquedad? del presidente López Obrador trabajó para ellos. En este sexenio que recién inicia, el Tren Maya será otra obra emblemática. El sueño de Salvador Alvarado será materializado cien años después por ese ferrocarril. Solo que lo que era vanguardia hace un siglo, no lo es ahora. El afán constructor de la administración federal se nutre del pasado, cuando los trenes eran símbolos del progreso y la civilización. En cambio, hace añicos una obra planeada para el México del futuro, como el aeropuerto de Texcoco.

Espero que 2019 nos traiga la anhelada paz y concordia. Que sobre el presidente rijoso y propenso a descalificar a sus adversarios prevalezca el compromiso de gobernar sin exclusión alguna. Por el bien de tod@s, primero la paz.— Mérida, Yucatán.

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