Anaya, López y Meade


Dulce María Sauri Riancho
Segunda estación. El domingo pasado quedaron formalmente ungidos los candidatos a la presidencia de la república de las tres coaliciones partidistas. También ese día concluyó el plazo para los aspirantes por la vía independiente. Todo parece indicar que tres de ellos —Margarita Zavala, Jaime “El Bronco” Rodríguez y Armando Díaz Pitter— lograron recabar las firmas requeridas para aparecer en la boleta electoral. De las propuestas del trío recién agregado poco sabemos, sólo que pudieron superar los obstáculos legales para aparecer como candidatos. Si finalmente el INE les da el pase, harán campaña y participarán en los tres debates presidenciales.
Foto: Grupo Expansión
En cambio, José Antonio Meade, Andrés Manuel López Obrador y Ricardo Anaya fueron electos por unanimidad de los delegados en sus respectivas convenciones después de 60 días como precandidatos únicos. Ante auditorios pletóricos lanzaron sus discursos y comenzaron a mostrar sus cartas.

Para este análisis, decidí utilizar los discursos del domingo, disponibles en sus sitios de internet. Logré encontrar dos intervenciones completas y una, la del candidato del Frente, sintetizada en el boletín oficial expedido por su sala de prensa. Empiezo por este último.

Las cartas de Anaya. Contra viento y marea logró construir un frente variopinto y vencer toda resistencia interna a su candidatura. La democracia interna, otrora orgullo de los panistas, fue sujetada a su interés personal de volverse candidato al costo que fuera. Por eso no extraña que su mensaje del domingo hubiera estado centrado en sí mismo. Lo más relevante para Anaya es que sus adversarios no han podido destruirlo. “Ni podrán lograrlo”, vaticinó. Se declaró “listo” para ser presidente de la república y presto para combatir “los tres tumores” de la corrupción, la violencia y la desigualdad. Definió al que será, a su juicio, su verdadero adversario: “frente a las ideas antiguas, fracasadas de Morena, […] proponemos un cambio inteligente, un cambio con visión de futuro…”. Por si no fuera suficiente, llamó a López Obrador “mesías con ínfulas de perdona-vidas”. Desde su perspectiva, solo él puede imaginar el futuro que, dijo, no se puede planear ni con las variables del presente “y menos con las variables del pasado”. Atrás de ese “salto al vacío”, sólo él sabe lo que se propone. Los demás, por corrupción o por incomprensión, no pueden ser actores del diseño del futuro. Ojalá que pasada la euforia, Anaya recupere algunas de sus propuestas, como la del Ingreso Básico Universal, algo que arroje sustancia al indispensable debate.

Las cartas de López Obrador. Discurso completo publicado en su página. Cincuenta y cuatro puntos que, más que propuestas, son eslogans de campaña. Después de seis, 12 años, todo está dicho, aunque con matices ad hoc a sus nuevos aliados. Aun así, algunos postulados son reveladores, como el relativo a la implantación de un “auténtico Estado de Derecho”, “como no la (sic) ha habido desde hace más de un siglo”. Ahora resulta que sólo en el porfiriato se vivió conforme a la Ley y que la Revolución, según Andrés Manuel, trastocó ese orden que ¿merece? ser restablecido. Excesos retóricos, reconozco, pero que reflejan la actitud de quien considera que antes de él, “sólo el diluvio”. Y después, ¿quién sabe? Nos previene el candidato que “con terquedad, con necedad, con perseverancia rayando en la locura”, “con intransigencia” se propone combatir la corrupción y promover el desarrollo de México. No necesita de nadie, se basta él mismo y su implacable voluntad. Por otra vía, López Obrador nos lleva a la misma estación de destino que Anaya. Mesías del pasado o del futuro, en sus discursos dominicales ninguno de los dos dejó ver su afán de fortalecer o transformar instituciones.

Las cartas de Meade. Discurso completo publicado en la página del partido que lo postuló. Un ciudadano simpatizante es candidato del PRI desde el pasado domingo. “Hay momentos en la historia en que los pueblos se juegan su destino”, así abrió su intervención. A diferencia de los dos mesías, Meade llama a la voluntad de todos y cada uno al decir que “yo mero me hago cargo de convencer, de entusiasmar, de poner en juego lo mejor de todos y cada uno de nosotros para que a México le vaya bien”. “Mero”, curiosa palabra para enfatizar que todos somos responsables del futuro y que él, Meade, busca articular ese esfuerzo, no sustituirlo ni anularlo. Estableció los tres ejes de las propuestas que construirá a lo largo de la campaña: uno, hacer de México una potencia; dos, familias y mujeres, los primeros; tres, gobierno “a la medida de cada quien” para que pueda realizarse en lo individual, porque todos “somos iguales pero necesitamos cosas diferentes”. Ojos, voluntad y oídos receptivos al reclamo social contra la corrupción: “Seré implacable”. Pone en garantía su conducta, “sometida a la evaluación crítica y objetiva de los mexicanos”. Encabezar, no avasallar; sumar, no dividir; transformar, no destruir. Adelanta una forma de contraste con sus rivales que seguramente empleará en la campaña al decir que en esta elección habremos de decidir si “ir hacia delante” o “ir hacia atrás”. Yo añadiría como opción el salto al vacío que propone el candidato del Frente. Tres maneras de concebir el futuro, sobre todo de construirlo. Una, un pasado muy presente a cargo de López Obrador; otra, un futuro sin pasado ni presente, con Anaya. Y Meade, un futuro con presente transformado por las sólidas raíces del pasado. Para reflexionar. Habrá oportunidad.— Mérida, Yucatán.

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