Elecciones 2017. Lo local es nacional
Dulce María Sauri Riancho
Este miércoles, día último de
mayo, cierran las campañas electorales en cuatro entidades del país. Son quizá
los comicios estatales que más interés han despertado en los últimos años, en
parte por su proximidad con los procesos de 2018 y porque en dos de los
estados, México y Veracruz, se concentra más del 20% de los votantes de todo el
país. Se dice —y con razón— que estas elecciones son un indicador de lo que nos
espera el año próximo, no sólo en cuanto a los resultados, sino a la forma como
se ha organizado el proceso por parte de los órganos electorales, el
comportamiento de los partidos políticos y de sus candidatos, la conducción de
las autoridades gubernamentales y, sobre todo, por la aceptación o no de los
resultados por parte de las fuerzas políticas en pugna. Tres estados elegirán
gobernador/a el 4 de junio. Se trata de dos gubernaturas, México y Coahuila,
donde sólo ha ganado el PRI desde su fundación como PNR hace más de 88 años.
Nayarit ya ha registrado gobierno de oposición al PRI, cuando en 1999 triunfó
el padre del actual candidato de la alianza PAN-PRD.
En el Estado de México se votará
exclusivamente para elegir a su gobernante por seis años. En Coahuila, la
elección comprenderá también a 38 ayuntamientos y a 25 diputados al Congreso
del Estado. En el caso de Coahuila, el periodo es sexenal para la gubernatura,
pero los ganadores de las contiendas municipales sólo se desempeñarán por un
año, lo que significa que en 2018 habrá otra vez elecciones. En Nayarit, quien
gane la contienda por la gubernatura lo hará por cuatro años, mismo plazo que
desempeñarán los alcaldes electos, que no podrán reelegirse en 2021. En
Veracruz no se elige gobernador, sólo 212 ayuntamientos. Ellas y ellos durarán
cuatro años en sus cargos municipales, también sin posibilidad de reelección
inmediata.
Como podrá desprenderse con la
lectura de esta abigarrada información, en cuanto a plazos hay de todo:
gubernaturas cortas, alcaldías largas y otras brevísimas. Lo cierto es que, al
menos en Coahuila y Estado de México, en el futuro se seguirán realizando
elecciones de gobernador en vísperas de las presidenciales.
Las encuestas previas a la
elección han sido escasas, al menos en los medios impresos nacionales. Como
dice el refrán: “El que con leche se quema, hasta el jocoque le sopla”. Esto
parece haberles sucedido a los encuestadores en los casos de Coahuila y del
Estado de México. Han sido tan sonoros los fracasos en sus pronósticos de
resultados en elecciones anteriores, que varias casas de encuestas han optado
por callar. Es cierto que el horno no está para bollos. Imagínense ustedes el
ánimo para recibir a un entrevistador desconocido en aquellos lugares del
Estado de México azotados por la inseguridad, o de Coahuila, en especial en su
zona fronteriza. Además, la gente que ha decidido votar por una opción
contraria al partido en el gobierno calla su intención y sólo la manifestará en
su boleta, entre las mamparas de las urnas. Hasta ahora, ninguna empresa
televisora ha comprometido encuestas de salida de casilla para pronosticar un
ganador. El panorama es tan incierto, que incluso analistas políticos avezados
en estas lides se han negado a dar una opinión en cuanto a posibles
triunfadores, conscientes de lo apretado de la contienda. Además, está el tema
de las impugnaciones legales a los procesos. Existe el antecedente de anulación
de elecciones locales por irregularidades. Estas determinaciones han afectado
al PRI, como en Colima en 2015 ó en Tabasco, en 2000, aunque en ambos casos, el
mismo partido que ganó la elección ordinaria se impuso en la extraordinaria. Lo
mismo puede ocurrir en el Estado de México. Las acusaciones mutuas han
menudeado. Un resultado apretado a favor del PRI puede judicializar el proceso.
Si se llegase a presentar un escenario de anulación —improbable pero posible—
el Congreso, con mayoría priista, elegiría un gobernador interino y se
repetiría la elección, tal vez en forma simultánea con la presidencial del año
próximo. Este escenario vale también para Coahuila y Nayarit.
En Veracruz, el PRI parece haber
optado por una retirada estratégica. Su estructura electoral se encuentra
virtualmente desmantelada y sus candidatos navegan en solitario. Lo lamento,
porque fue justamente en ese estado, en septiembre de 2001, cuando los
resultados obtenidos en la elección local mostraron que era posible recuperar
el terreno perdido en las elecciones federales de 2000. En el Estado de México
ganar es condición necesaria para el partido en el gobierno, para competir en
la elección presidencial de 2018. Pero no resulta suficiente, como se demostró
en 1999 y 2005, cuando a pesar el triunfo, el PRI perdió la presidencia de la
República. Son tres gubernaturas en manos del PRI las que estarán en juego el
próximo domingo. ¿Cómo afectará a los partidos un triunfo o una derrota en la
postulación de candidaturas a la presidencia de la República y a las
gubernaturas de 2018? Lo veremos y comentaremos con ustedes la próxima semana.—
Mérida, Yucatán.