Menores migrantes. De lunas y jaulas

Dulce María Sauri Riancho
(Publicado el 2 de julio de 2014 en el Diario de Yucatán)

Parecía imposible imaginar horrores más grandes que los de “La Bestia”, ferrocarril que corre desde Tapachula en la frontera sur de México y que conecta a Nuevo Laredo, en el norte. Hacinados en sus vagones, adentro y afuera, viajan miles de personas procedentes de Centroamérica en su mayoría, ansiosos de llegar y cruzar “al otro lado”.

Lamentablemente, la realidad nos sorprende con nuevas facetas de terror. Ahora son los llamados “niños migrantes”, menores de edad que viajan solos, desesperados por encontrarse con sus familiares que cruzaron antes que ellos y viven en los Estados Unidos. La acción de intentar el cruce sin adultos acompañantes no es nueva. Sin embargo, en los últimos meses ha alcanzado cifras considerablemente elevadas, calculadas por las detenciones por parte de la Patrulla Fronteriza de miles de niños que habían logrado internarse en territorio norteamericano. Entre octubre y mayo de este año, han sido detenidos 52 mil menores viajando sin sus padres; solamente en mayo fueron 9 mil. ¿Qué está pasando? Las causas estructurales de la migración: pobreza, desigualdad, falta de oportunidades, ¿se han agudizado? La violencia política en la región, ¿ha crecido? ¿Qué motiva a unos padres, a una madre, a enviar a su hijo o hija menor de edad, en un largo y peligroso viaje de tres, cuatro mil kilómetros?¿Qué origina la urgencia de migrar en adolescentes, casi niños, arriesgando su vida y su integridad personal? El gobierno norteamericano no puede expulsarlos como si se tratara de adultos; la mayoría de los niños proceden de Centroamérica, por lo que los norteamericanos no pueden simplemente colocarlos al otro lado de la línea fronteriza, como sucede con los mexicanos.

Dos películas pueden proporcionar algunas pistas para comprender la situación que ha sido calificada por el presidente Barack Obama como “crisis humanitaria”. Una de ellas, “Bajo la misma luna” filmada en 2007, narra la historia de Carlitos, niño de nueve años que decide encontrar a su madre, Rosario, residente en Los Ángeles, a donde se había trasladado en busca de trabajo y oportunidades para ella y su hijo. Carlitos cruza la frontera mediante pago a unos jóvenes norteamericanos. Para sostenerse en su travesía, trabaja en una plantación de tomates. Es perseguido por la “migra”, y salvado por otro inmigrante, que se sacrifica para que el niño pueda continuarla búsqueda de su madre. Tres cuestiones hacen diferente la experiencia de Carlitos a la de muchos miles de niños. Una, su madre no le pagó a ningún “pollero” ni enganchador 7 mil quinientos dólares (tarifa actual de “traslado” de menores sin compañía), para que le llevaran a su hijo; ella deseaba que permaneciera con su abuela, en México y en la escuela. Dos, Carlitos encontró una red solidaria que lo protegió del abuso y la violencia a la que están sujetos los “ilegales”, en especial los niños y las mujeres jóvenes. Tres, Carlitos era mexicano; si hubiese sido detenido, hubiera sido trasladado a Michoacán, lugar de residencia de su familia.

La otra película ilustrativa de la situación actual es la multipremiada “La Jaula de Oro”, que narra la historia de tres jóvenes migrantes, niños-adultos, dos de ellos guatemaltecos y un mexicano tzotzil de Chiapas, en viaje hacia los Estados Unidos. El filme muestra explícitamente la violencia cotidiana que sufren quienes intentan llegar a Norteamérica, comenzando porque uno de ellos es una joven mujer que se hace pasar por hombre, con la finalidad de evitar ser víctima de la violencia sexual y de los tratantes de personas que abundan en el camino. La necesidad de un futuro mejor se muestra más fuerte que el miedo o el riesgo de perder la vida.

La expectativa largamente cultivada de una regularización de la estancia de millones de migrantes en los Estados Unidos es el elemento coyuntural presente en el flujo extraordinario de menores hacia su frontera. El Congreso norteamericano tiene años intentando llegar a una solución que conjugue los intereses partidarios con los derechos humanos de millones de personas y los requerimientos de fuerza laboral que compense la caída de la productividad y competitividad de los Estados Unidos. Pero mientras el Congreso sale del letargo, el rumor de una inminente regularización ha sido manipulado por bandas criminales que lograron esparcir la inminencia de un tratamiento preferencial para niños que crucen solos en busca de sus padres. Es un pingüe negocio, que solamente considerando a los detenidos, les pudo representar más de 400 millones de dólares por su traslado.


Hay una corresponsabilidad de los estados, tanto del país que recibe a los migrantes como de los países que provienen. En México, las instituciones nacionales, como el Instituto Nacional de Migración, el DIF y muy especialmente la Comisión de los Derechos Humanos, han sido omisas o, por lo menos, ineficientes en su respuesta a esta situación de emergencia humanitaria, que se agudizó a partir del 2001 por la adopción de medidas de seguridad por los Estados Unidos para enfrentar la amenaza terrorista. La sociedad mexicana no puede permanecer al margen ante estos acontecimientos que inciden en la calidad de la convivencia y que vulneran los derechos humanos de millones de personas. Exijamos a los gobiernos y a las instituciones del Estado respuestas efectivas, respetuosas y prácticas ante la situación. Y preguntémonos: Si se tratara de tu hijo, ¿qué harías?- Mérida, Yucatán.

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