El prietito en el arroz


¡Sobrevivimos!
Dulce María Sauri Riancho
Terminó un ciclo, la Cuenta Larga de los Mayas, e iniciamos uno nuevo. Para quienes aceptan la dimensión circular de los tiempos, estamos en la posibilidad de recuperar experiencias del pasado, pero también de enmendar algunos de los muchos errores que hayamos cometido. Para quienes hicieron suya la visión catastrofista, buenas noticias: ¡¡logramos sobrevivir!! No sólo seguimos vivos, sino ante la posibilidad de hacer cosas nuevas, distintas, de aprovechar la “segunda oportunidad” que nos brinda la vida para lograr, ahora sí, metas y objetivos no alcanzados.
El Fin de la Cuenta Larga fue aprovechado por los gobiernos de la República y de Yucatán para anunciar una obra de gran impacto económico y social: la inminente realización del llamado Tren Transpeninsular. Una obra que requerirá una inversión de muchos ceros (más de $11,000 millones); que habría de concretarse en el transcurso de los próximos tres años; y que, de acuerdo con estudios ya realizados, permitiría la movilidad de decenas de miles de personas entre la costa quintanarroense y la ciudad de Mérida -incluyendo zonas arqueológicas y ciudades coloniales, como Valladolid e Izamal-, así como la integración de un circuito de carga entre los puertos de Progreso y de Calica, en Punta Venado, con puertos y destinos del este norteamericano y algunos puntos del Caribe o Europa.
¡Qué bueno que se tomó la decisión de hacer realidad una obra de tal magnitud e impacto socioeconómico! ¡Qué bueno que se quiera conjuntar la atmósfera de cambio que acompaña a la renovación del gobierno con el optimismo que conlleva el Cambio de Era! Pero, ¡ojo!, que la intensidad de los reflectores no nos enceguezca. A riesgo de parecer ave de mal agüero, no dejo de ver que la construcción y la operación del Tren Transpeninsular (TT) traen aparejados tanto retos como oportunidades que debemos identificar, bien sea para modular o modificar el proyecto, si es necesario, y para tenerlos presentes cuando la obra se materialice y comience a operar. Esto es, confeccionar una especie de “bitácora social” sobre una obra de enorme magnitud presupuestal y de indudable trascendencia para Yucatán.
En el planteamiento sobre el TT subyace una hipótesis: que sólo una parte de los miles de visitantes de los centros turísticos del norte de Quintana Roo se trasladan a Yucatán porque tienen dificultades de transporte. Que si se pone un ferrocarril rápido y barato el flujo de turistas ascenderá. En la actualidad, los días de mayor afluencia registran hasta 8,000 entradas de extranjeros a Chichén Itzá, la “joya de la corona” de las zonas arqueológicas yucatecas. Para esa cantidad de personas, las carreteras existentes (una autopista, vía Xcan, y la ampliación de la carretera Tulum-Cobá-Valladolid, ya concluida) satisfacen plenamente sus requerimientos de seguridad, tiempo y economía. A lo anterior habría que sumar la anunciada construcción del ramal Xcan-Playa del Carmen, próximo a iniciarse por la constructora ICA.
Desde el punto de vista de captación y movilidad de pasajeros, el TT aparece como solución para un problema que aparentemente no existe. Ahora bien, si a la ruta anunciada del TT se le añadiera el ramal Cancún-Playa Mujeres a Tulum, entonces sí se incorporaría una parte significativa de la enorme cantidad de personas que se mueve por la costa quintanarroense, a los cuales pudiera resultarle atractiva la conexión a las urbes prehispánicas o a los centros coloniales de Yucatán.
El proyecto del TT necesariamente hace resurgir el agudo problema de la conectividad de Yucatán con el centro y norte del país. Por duro que resulte formularlo -más aún aceptarlo- la operación del TT no se podrá sostener desde el punto de vista económico con el mero transporte de pasajeros. Resulta indispensable intensificar el uso de vías y de equipo mediante el movimiento de carga. Así lo plantea el proyecto. Pero la cuestión fundamental tiene que ver con la economía: qué se produce en Yucatán que amerite una obra de esta naturaleza; cuál es el volumen de intercambio de bienes entre los tres estados de la península; qué se importa y exporta desde y hacia éstos. Sería de un enorme dispendio económico si el TT fuese utilizado sólo para transportar gasolinas y turbosina para los aviones del aeropuerto de Cancún. En cambio, el TT podría constituirse en la oportunidad para superar la condición cuasi-insular de nuestra Península, siempre y cuando se asumiera por parte del gobierno y las autoridades de Comunicaciones y Transportes que es urgente rescatar el ferrocarril Chiapas-Mayab, del que forma parte el antiguo Ferrocarril del Sureste. Basta recordar que actualmente hay un tramo de esta ruta, la vía que une a Yucatán con Coatzacoalcos y el resto de la República, que está en pésima condición, prácticamente inutilizable, lo que ha repercutido en los costos de transporte de mercancías desde o hacia Yucatán, que a fuerzas tienen que ser trasladadas por carretera.
El prietito en el arroz es para llamar la atención sobre estas cuestiones, que considero indispensable visualizar si queremos que el Ferrocarril Transpeninsular sirva para promover la competitividad de Yucatán y mejorar las condiciones de competencia de las empresas yucatecas. Este proyecto puede ser puntal para el desarrollo económico de Yucatán en un mundo globalizado, pieza fundamental para transformar a la entidad en un centro de conectividad marítima, aérea, ferroviaria, carretera, y -por qué no- espacial y digital.- Mérida, Yucatán.

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