El estado "más seguro"


Seguridad para los yucatecos
Dulce María Sauri Riancho
Cuando se menciona la palabra “seguridad” es muy probable, amigos lectores, que lo primero que les venga a la mente sea que el gobierno tiene como deber ineludible combatir la delincuencia, perseguir y sancionar a quienes cometen robos o asaltos y, desde luego, a quienes privan de la vida a otro. Pero hay otra dimensión de la seguridad, que va más allá de la ausencia de delitos. Tiene que ver con la sensación íntima de sentirnos seguros respecto al futuro inmediato, percibir que este bienestar se sostendrá a lo largo del tiempo. Consiste, por ejemplo, en saber que hay y habrá comida suficiente en nuestra mesa; que si alguien de la familia se enferma, habrá hospital, médico y medicinas para atenderlo; que habrá guardería para el niño cuando la madre regrese a su empleo; que habrá cupo en la escuela más cercana cuando los pequeños necesiten ingresar al kínder o la primaria; que al llegar a la ancianidad, habrá atención y cuidados, además de una pensión que permita a los adultos mayores ser independientes económicamente de sus hijos. Podemos incorporar otras cuestiones de la vida cotidiana que forman parte de esa percepción sobre la seguridad, individual y colectiva, sobre la cual se sostiene la calidad de vida de una sociedad.
Tener trabajo remunerado es la necesidad más acuciante. Así se obtiene el ingreso que permite satisfacer las necesidades propias y de la familia. Pero ¿qué seguridad pueden sentir las personas amenazadas de perder su empleo porque ya rebasaron los 40 años? ¿Y quienes lo pierden podrán permanecer tranquilos cuando saben que ni los jóvenes encuentran oportunidades laborales? Estos mismos, mujeres y hombres bien preparados, que con mucho esfuerzo personal y familiar realizaron sus estudios universitarios, ¿se sentirán seguros al enfrentar el reto de ingresar al mercado laboral? Ellas y ellos difícilmente consiguen dónde aplicar los conocimientos que recibieron; batallan hasta para encontrar un lugar donde les pagan un sueldo miserable o se ven orillados a salir del estado o del país en busca de opciones que aquí no pudieron encontrar.
Basta escuchar un zumbido de mosquito para que los yucatecos perdamos la sensación de seguridad con respecto a la salud. La amenaza cumplida del dengue ha asolado muchos hogares. Las instituciones hospitalarias públicas han sido rebasadas por los miles de casos que se presentaron en los últimos meses. Estar enferma de cáncer o tener a un familiar en esa situación hace añicos la percepción de seguridad frente al futuro. En muchos casos, al sufrimiento se añade la falta de recursos suficientes para atenderse. El Seguro Popular, pese a sus limitaciones, ha ayudado para enfrentar estos llamados “gastos catastróficos”, así como la afiliación al Seguro Social o al Issste. Pero ¿qué decir cuando una vez detectado el cáncer la operación se programa para varios meses después? ¡Como si el tumor se estacionara para esperar el turno de ser extraído!
Tener a un hijo o a una hija en vísperas de cumplir 3 ó 6 años se vuelve una gran incertidumbre para los padres de familia que habitan en Ciudad Caucel, Francisco de Montejo o Los Héroes. Vivir en los enormes y nuevos desarrollos de Mérida y Kanasín obliga a las madres a hacer cola para obtener cupo para sus hijos en el primero de kínder o primero de primaria desde casi un mes antes del 1 de febrero, fecha de las inscripciones. No refuto el dicho del secretario de Educación en cuanto a que hay espacio suficiente para todos los niños, pero ¿a dos camiones y hora y media del hogar? Caminar una distancia razonable para llevar a los hijos menores a la escuela no sólo es comodidad y seguridad para ellos y sus madres, sino calidad de vida, ahorro de tiempo y de dinero del presupuesto familiar. Por eso vale la pena soportar el frío, el sol y el calor, que eso es la espera de semanas en la fila frente a la única escuela del populoso fraccionamiento.
Hay un conjunto de medidas de mediano y largo plazo para garantizar la seguridad de los ciudadanos por el Estado. Una de ellas, esencial, es la dinamización de la economía, que permita la creación de suficientes empleos bien remunerados. Pero las angustias familiares sólo conocen el corto plazo. La atención a sus problemas es, debe ser “ahora”: hacer lo necesario para que los hospitales cuenten con más quirófanos y recursos para atender, ya, a los enfermos; para diseñar y aplicar, ahora sí, una eficaz campaña contra el dengue; para disponer, en verdad, de cupo en las escuelas cercanas a su domicilio y que todas cumplan estándares de calidad.
Sentar las bases de la “seguridad” así entendida tiene que ver con la planeación por parte de las autoridades, que ponga en el centro la calidad de vida de los pacientes, los niños y las madres de familia. Que se comprometan a que todos los niños de Ciudad Caucel tendrán escuela en agosto en ese mismo lugar. Que no habrá que esperar ni una semana para ser operada de cáncer; que dejaremos atrás el poco honroso segundo lugar nacional en casos de dengue. Imaginación y recursos públicos bien aplicados contribuirán para hacernos sentir seguros al vivir en Yucatán, porque aquí el gobierno pone por delante a las personas sobre cualquier otra prioridad.- Mérida, Yucatán.

Entradas populares de este blog

2010: entre augurios y premoniciones

Yucatán: fortalezas, debilidades, amenazas, oportunidades

Vieja virtud: "Veo, oigo y ¿callo?