La Cadena de las Glorietas, como el agua y el aceite

Dulce María Sauri Riancho

El sábado pasado asistimos a un evento inusual. La llamada "Cadena de las Glorietas" fue algo inédito en las manifestaciones sociales. Por primera vez se planteó el reto de engarzar mediante un cordón humano el inicio y el final del Paseo de Montejo, emblemática avenida de nuestra ciudad capital. No era una tarea menor; había que hacer presencia en un poco más de 6,000 metros; había que organizarse para manifestarse en esta arteria vital de Mérida sin que significara molestia o incomodidad para los miles de ciudadanos que transitan por esta vía en sus vehículos o en el transporte público. Había también que coordinar las diversas muestras de expresión, en tiempo y en las formas, para poderse mostrar ante propios y ajenos, como una unidad de voluntades y de propósitos, ya que no hubo discursos ni declaraciones formales.


Cientos de personas acudieron al llamado de un conjunto de ciudadanos y de organizaciones sociales y se apostaron a partir de las cinco de la tarde en las aceras -las yucatecas escarpas- de la larga avenida. Un listón blanco hacía las veces de cadena; unos "voladores" sirvieron para coordinar las acciones y los globos blancos en las manos o en el aire expresaban el entusiasmo de saberse parte de un grupo. Esos fueron los elementos comunes en los trece tramos que se dividió el largo trayecto. Pero cada una de las partes le dio su toque propio de creatividad y de expresión a la Cadena: desde las consignas coreadas, hasta las "olas" o las leyendas escritas en mantas o dibujadas en carteles.

Un ambiente festivo rodeó esta heterogénea concentración. Su diversidad partía desde los grupos convocantes: organizaciones de la sociedad de distinta orientación, vecinos y personas convencidas de la necesidad de expresar su malestar, su inconformidad sobre el ejercicio de gobierno de las autoridades estatales y del municipio de Mérida. Hubo una exigencia común: justicia frente a las agresiones registradas el 4 de julio contra ciudadanos indefensos. Pero también demandas varias, como "rescatar del abandono al campo", "dejar de agredir el medio ambiente", "cumplir las promesas de campaña", "pensión universal para los jubilados", entre otras. Hubo también una clara expresión de censura hacia la opacidad en el ejercicio de los recursos públicos por parte de las autoridades y la necesidad, la urgencia de que éstas rectifiquen el camino de despilfarro que han emprendido.

En la larga fila compartieron espacio mujeres y hombres, personas mayores acompañadas de hijos y nietos, niños y jóvenes. Destacaron en especial las mujeres, tanto por su número, claramente superior al de los hombres, como en su incansable caminar entre los tramos bajo su responsabilidad. Las de más edad llevaron sus sillas y su entusiasmo; más de una fue "en representación" de la familia que, atemorizada por cualquier tipo de represalias por su participación, prefirió mantenerse atenta, pero distante.

En todo el trayecto de seis kilómetros no hubo banderolas ni logotipos de partido político alguno. Hasta las organizaciones convocantes prefirieron sumarse a la blanca cadena de listones y brazos que se entrelazaban, antes que exhibir los emblemas que las identifican. Hubo sí, activistas de partidos y organizaciones políticas que son oposición en el estado, como el PAN, PRD o MORENA (Movimiento Regeneración Nacional) que, junto con los ciudadanos, hicieron labores de organización y voceo.

Se ha intentado descalificar a la Cadena de las Glorietas bajo el trillado argumento de que fue un evento de los partidos de oposición al gobierno. Sí, participaron algunos de sus militantes y activistas y, me atrevo a afirmar, más de un o una priísta. Si era común encontrar al PRI participando en las manifestaciones sociales anteriores a 2007, ahora lo es encontrar al PAN o al PRD, en su afán y compromiso de sumar simpatías y adhesiones para los próximos procesos electorales. Pero hay una enorme distancia entre participar y convocar, entre promover y conducir, entre ayudar y mandar. Los partidos políticos no fueron los convocantes ni los conductores; además, cualquier tibio intento que hubo de identificación partidista fue firmemente atajado por los responsables. Sólo los ciudadanos organizaron, condujeron y mandaron sobre la Cadena de las Glorietas. Nadie más.

Fuimos parte de un ejercicio cívico en su más amplio significado. Se comprobó en los hechos que es posible construir acuerdos entre grupos y organizaciones a partir de las coincidencias, sin perder la identidad propia y sin ignorar las diferencias. La Secretaría de Seguridad Pública hizo honor a su lema de "Cuidar y Proteger", y mantuvo -ahora sí- una respetuosa presencia durante las dos horas que duró el evento. Se mostró que es posible encontrar formas de participación en las calles sin afectar la libertad de tránsito de los demás, porque fue un acierto dejar libres los pasos de las vías transversales. Se logró la unidad en medio de la diversidad de formas de expresión, de agendas e intenciones. Se demostró que, aunque la física lo niegue, el agua y el aceite se pudieron mezclar en la Cadena de las Glorietas. ¿Qué sigue?- Mérida, Yucatán.

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