Tejido social y credibilidad, los hilos de la confianza.

Dulce María Sauri Riancho

Muchas regiones y ciudades están profundamente lastimadas ante el fenómeno de la violencia. Para poder enfrentarlo, se ha acuñado un concepto: “restauración del tejido social”. Se asume así que los actos de violencia han transformado profundamente las relaciones entre las personas, en las familias, en los barrios y colonias; entre los ciudadanos y las autoridades. Que los lazos que los unían están rotos o al menos, seriamente dañados.

¿Cuáles son los hilos que se entreveran y hacen fuerte a una sociedad? Son básicamente dos: la confianza y la credibilidad. Confiamos en los vecinos, el pariente o el amigo; pero también lo hacemos frente a los desconocidos cuando, en un semáforo, pasamos con la luz verde, confiados en que se detendrán los vehículos ante la luz roja. Confiamos en los resultados de los análisis de laboratorio, en el diagnóstico del médico, en el pronóstico del tiempo. Confiamos porque creemos: en las personas, en las instituciones, en las leyes y en las reglas que nos permiten convivir. Los estudios de opinión pública que se han elaborado de cara a las próximas elecciones del 16 de mayo van mucho más allá de la intención de voto. Varias encuestas aportan luz sobre las percepciones y creencias de los ciudadanos de Mérida acerca de la vida pública, las instituciones y los problemas de la ciudad. Elegí una parte de la encuesta de Gabinete de Comunicación Estratégica (GCE), levantada en 600 domicilios del municipio de Mérida en los primeros días de abril y publicada en su parte electoral el 14 de este mes en las páginas del Diario.

La institución más confiable para los meridanos es la Iglesia. Seis personas de cada diez confían “mucho” en ella que, sumados a los que confían “algo” hacen un poco más de 8 de los 10. Este resultado se da a pesar de que la Iglesia católica ha estado sometida a la dura prueba de las denuncias por pederastia y abuso sexual en varias partes del mundo, incluyendo México. El Ejército es la segunda institución confiable para los ciudadanos de Mérida. Sin embargo, sólo 3 de cada 10 personas confían “mucho” en los militares (casi 70% incluyendo a los de “algo”). Es muy probable que la desgastante actuación de las fuerzas armadas en el combate al narcotráfico esté cobrando su “cuota de confianza” entre la ciudadanía, incluyendo la yucateca.

Casi el mismo nivel de confianza otorgan los meridanos a los gobiernos federal, estatal y municipal. Un poco más al federal, un poco menos al ayuntamiento (65.6%, 64.4%, 60.2% respectivamente). En cuanto a las policías, sólo 2 de cada 10 confían plenamente en la policía federal y en la estatal (60% incluyendo a los que confían “algo”). Caso curioso es el de la policía municipal de Mérida; a pesar de lo reducido de su ámbito de competencia en torno a la Plaza Grande, tiene una calificación un poco menor que las otras dos (57.7%).

No es sorpresa el resultado de la evaluación de los diputados y senadores, así como del Congreso del Estado. Poco más de la mitad confían “mucho” (14.6%, 16.6%) o “algo” (39.4% en los dos casos). El Poder Judicial recoge la confusión de muchos ciudadanos con la “policía judicial”. Así puede entenderse la calificación de sólo 18.5% de los entrevistados que confían “mucho”; sumados a los de “algo”, arroja más de la mitad de la ciudadanía (56.6%) con algún grado de confianza en los jueces y magistrados.

“Poco” o “nada” confían 4 de cada 10 ciudadanos en las policías, en el Congreso de la Unión y en el estatal. Un poco mejor le va a los tres niveles de gobierno (federal, estatal, municipal): sólo una tercera parte desconfía en algún grado de ellos.

Apartado especial merecen los órganos electorales. En el Instituto de Procedimientos Electorales y Participación Ciudadana confían casi 2 terceras partes de los ciudadanos. El problema es que el 30 por ciento de las personas “no confían” o lo hacen “poco” en la instancia responsable de las elecciones. La desconfianza ciudadana es una reacción frente a la percepción de exclusión. Si la mayoría siente que la política sólo sirve a los intereses de unos cuantos (71.5%); si asume que si llama a su diputado, este no le responderá (67.4%). Si más del 60 por ciento de las personas sienten que no pueden influir en las decisiones de los políticos y piensan que el gobierno del Estado no pone atención a lo que la gente opina antes de tomar una decisión. Si la mayoría percibe que los legisladores toman en cuenta los intereses de los partidos políticos (79.9%), de los empresarios (71.7%), de los políticos (77.4%) antes que los de la gente común, ¿con qué razones habrían los ciudadanos de calificar mejor a sus instituciones? Esta sensación de estar excluido como persona de las decisiones colectivas se combina con el reconocimiento de que son otros grupos los que tienen el poder de influir en el gobierno a favor de sus intereses. Los ciudadanos de Mérida otorgan relevancia al narcotráfico (29.6%), a los empresarios (26.6%), a los periódicos (19.5%) y a la Iglesia (13.8%) como factores reales de poder.

Los acontecimientos diarios abonan a la desconfianza ciudadana en las instituciones. La venta de la base de datos del IFE en Tepito; el caso de la niña Paulette; los asesinatos de los jóvenes del Tec de Monterrey, de los dos hermanitos en Nuevo Laredo; las investigaciones “empantanadas” y sepultadas en el olvido, todo ello pesa considerablemente en el ánimo y desgasta los hilos del tejido social que nos sostiene.

Sin embargo, me reservo mi derecho a creer en los milagros. Así como siete de cada diez entrevistados dijeron reconocer la existencia de fuerzas capaces de hacer el mal, ocho de diez personas (81.9%) creen que existen los milagros.

¿Sería milagro restaurar la confianza y encontrar nuevas fibras para tejer?— Mérida Yucatán

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