Nuevas violencias, viejas culpas
Beijing 1995: parteaguas global. Han pasado tres décadas desde que, en 1995, la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer, en Beijing, definió un programa de acción que transformó el vocabulario político, jurídico y social sobre los derechos de las mujeres. Entre las doce esferas de especial preocupación, una resaltó entonces —y sigue resonando hoy— como una denuncia global: la violencia contra las mujeres y las niñas. Beijing hizo explícito lo que muchas sociedades se negaban a ver: la violencia de género no es inevitable, no es cultural y no es asunto privado. Es una violación a los derechos humanos, y por tanto una obligación del Estado combatirla. En el continente americano, los preparativos de la Conferencia coincidieron con un hito aún más específico: la adopción de la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer —conocida como Belem do Pará, por la ciudad brasileña en donde se realizó la reunión—, el primer instrumento internac...